Miercoles 15 de febrero de 2017
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Estoy seguro que a más de uno incomodó la actitud hasta beligerante de algún uniformado ya sean por razones laborales en alguna prestación de servicio o eventuales por casos fortuitos. Es innegable que entre policías y militares encontramos de todo un poco.
Para muchos no es sorpresa haberse visto sorprendido por algún efectivo policial que a título de "autoridad" haya incurrido en excesos de alguna acción, o luego de algún "encontrón" con un militar éste quiera hacer goce de su entrenamiento de guerra para denostar cierto aire de grandeza.
Esas particularidades en esta sociedad abigarrada no son del todo criticables, pues si de cuestionar las actitudes del día a día de los no uniformados se trataría, tendríamos quizás la de nunca acabar.
Pero hay algo que muchos desconocemos sobre la vida de esos uniformados y es el valor de su formación. Categorías axiológicas, por supuesto intangibles, que como sociedad (pueblo) minimizamos a la hora de cualificar. Por ello vemos más lo negativo que lo valioso en los miembros de estas instituciones (Fuerzas Armadas y Policía) pilares del Estado.