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Domingo 12 de febrero de 2017

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Cultural El Duende

El ensayo en Bolivia: Porfirio Díaz Machicao

12 feb 2017

La Paz, 1909-1981. Escritor, biógrafo, cuentista, novelista, antologador, periodista y ensayista ?

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1. MELCAREJO, 1944; 55 páginas. La historia de un bandido introducido en la política para alcanzar el poder con las armas del ejército, siempre ha tentado el ingenio de los escritores y periodistas para estudiar a tales personajes en lo que son y en lo que representan. Porfirio ha escogido esta figura de la historia y de la leyenda, para componer un trabajo que muestra sus quilates de escritor narrativo y caracterizante. Primero el paisaje moral y político del país en perspectiva histórica; fruto común de la embriaguez nocturna en la chichería aldeana crece allí mismo, en el valle tarateño, como un niño triste hasta madurar temprano en una juventud animosa y pletórica.

El sol del Valle le ha forjado con trazas de héroe, su tristeza se ha trocado en bravura, con lo cual su camino al cuartel está trazado. Desde soldado raso hasta coronel asciende, como otros en la turbia corriente de los motines jugando cartas de lealtad o de subversión hasta el último golpe de 1864 en que se promueve audazmente a la Presidencia. El desgobierno interno y externo. La pasión intima por Juana Sánchez. La caída y la muerte trágica en Lima.

Todo a grandes pinceladas goyescas, más bien biográficas. Es un ensayo literario a costa de un funesto y pintoresco personaje político que le costó al país sangre y territorio y también mucha literatura de admiración absurda; hubo escritor boliviano capaz de publicar un tornazo de 460 páginas con el título de "El Quijote Mestizo".

2. VEJEZ, 1967; 20 páginas en la obra "Cauce de palabras". Como reza el subtítulo es un elogio del proceso de la caducidad humana, tarea para la cual por cierto se necesita ingenio maduro y optimista inteligencia por encima de las melancolías de la declinación biológica.

Sin embargo él, en la madurez de los 57 años, luego de una aproximación juiciosa se apodera sagazmente del escurridizo tema de la vejez y lo desarrolla en una fina, delicada y poéticamente persuasiva secuencia en que el escritor, funcionando como orador conferencista, va dictando una enseñanza de sabidurías tonificantes y consoladoras. La belleza moral y física de la vejez, su evidente fortaleza y serenidad.

El hábito de la meditación y la curiosidad intelectual luchando victoriosamente contra las limitaciones orgánicas. La vejez no guarda sus secretos en los rincones sino en los parajes abiertos de la existencia humana.

3. GONZALO ZALDUMBIDE, 1967; 40 páginas en el mismo libro. Figura y pensamiento del gran escritor ecuatoriano. Síntesis apologética que justifica por sus merecimientos una celebridad conquistada por el trabajo permanente con talento cada vez más seguro de su valor creativo en una larga vida de pasión intelectual.

Primero el ensayo sobre "Ariel" de Rodó como punto inicial de su carrera; Rodó, a cuyo pensamiento vuelve más tarde en estudios de mayor amplitud y profundidad. En París elogia a Barbusse y escribe sobre la evolución literaria de D´Annunzio, a quien considera el verdadero personaje viviente de sus obras. Por su parte nuestro autor se explaya sobre ambos escritores sin dejar el hilo crítico de Zaldumbide que luego pasa a la inquietante vida y obra de Federico Nietzsche. Su impresión del lago

Titicaca. Algo sobre "Huasipungo" de Icaza. "La égloga trágica" libro capital y libro isla. Le gusta comparar a Zaldumbide con Azorín, Amado Nervo y Alfonso Reyes. "La obra de Don Gonzalo como se ve, es -para mí- tarea de memoria. Pero de una fuerte memoria regida por el corazón".

4. DISCURSO SOBRE SANTA TERESA DE ÁVILA, 1967; 28 páginas en el mismo libro. Sin haber sido propiamente orador siempre ha escrito y leído buenos discursos. Y aquí tenemos el dedicado a Santa Teresa cuyo misticismo considera definitivo con precedencia de la vocación literaria despertada por los libros de caballería. En su encaminamiento discursivo, sembrado de tropos estimulantes, usa con precisión selectiva una bibliografía que va desde Russel y Unamuno, hasta Merton y Entralgo.

La santidad, una embriaguez celestial que poseyó para siempre a una mujer llena de fe pura y firme. Fundamentalmente no se muestra parco en citas que apenas si le dejan espacio para opinar poéticamente por su cuenta. Sin embargo, el discurso es sobrellevado con dignidad académica. Cuando va a terminar gallardamente, con un gesto de original desprendimiento, otra vez entre comillas Thomas Merton y Miguel de Unamuno.

5. DISCURSO SOBRE CHARLES CHAPLIN, 1967; 45 páginas en el mismo libro. La figura espectacular del siglo ha requerido también su ocupación de conferencista. Aquí no hay erudición acaparadora. El autor se atiene a sus ideas, a sus impresiones que siempre son emocionales en el fondo y de ascensión estética en la forma.

Busca y encuentra, con ojo diestramente ubicador, los pasajes más sensibles y sugestivos de las propias memorias del actor, escritas con sinceridad confidencial. Esa obra le sirve de inspiración y de materia prima indispensable; nada más. ?l lleva en cambio por delante la tarea de una reconstrucción también espectacular, comenzando por la inconfundible manera de caminar, un poco dolorosamente, con pasos de vagabundo hacia el encuentro de sus argumentos que le han dado una celebridad sin paralelo en la historia.

La vida y la obra. El terrible drama de su madre enloquecida, no en la miseria que vivieron juntos, sino cuando la fortuna de Charles comenzaba a desplegar sus alas de triunfo. Como el actor va a vivir diez años más después de este ensayo, conferencia, no se habla de su vejez y muerte sino de su obra. "La quimera del oro" y la quimera de Bolivia es una comparación ingeniosa. "La mirada de Charles Chaplin ha contemplado la transformación del mundo; desde las luces de París hasta la maquinización moderna; desde los gestos peripatéticos y neronianos de Hitler hasta los gloriosos y obscuros episodios de la resistencia francesa".

6. TESTIFICACION DE LA CUECA, 1968; 26 páginas. Desde la dedicatoria doliente y sentenciosa hasta el punto final, aunque haya sido también conferencia, este es un ensayo literario sobre un tema musical y coreográfico, sentido y vivido en el cuerpo transeúnte del folklore boliviano. La cueca en efecto es un modo de ser nacional, igual que su hermano menor el baile o el bailecito. Porfirio, cuya juventud noctámbula supo mucho y bien de todo esto, con acompañamiento de tragos cortos y largos, ha encendido su imaginación de cronista lírico y de trovador sollozante bajo el caudal clarificado de sus memorias.

No le importa la procedencia. Sabe que la cueca se vino de contrabando para identificarse con la idiosincracia popular de una nación que canta y baila aunque le duela. La cueca en la literatura de los escritores y poetas. Dice que al conjuro del "Wayñu" de Claudio Peñaranda toda la bohemia que Sucre sollozó bajo las ojeras de la luna.

Recuerda a Simeón Roncal porque pocos como él habían llegado a una sublimidad de la tonada, a una verdadera eucaristía musical de la cueca. Recuerda a Miguel Ángel Valda, Teófílo Vargas y Belisario Zárate. Recuerda a Félix Capriles, asesinado en Chuspipata; lo recuerda en su clima de medianoche acalorada de canciones, de guitarras, de bailes, de cuecas y de chicha, para todos hermanitos, en jarras de cristal. La cueca... También el testificador ya no es de este mundo.

Augusto Guzmán.

Cochabamba, 1903 - 1994.

Escritor, ensayista, crítico

literario e historiador.

De: "El ensayo en Bolivia", 1983

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