Como no podÃa ser de otra manera, y como ocurre en casi todos los gobiernos de tintes dictatoriales y contrarios a la prensa, surgen los áulicos que, por quedar bien "con su jefe", no vacilan en decir o refrendar conceptos de aquel, como es el caso del jefe de estrategia del señor Trump que dijo sobre la prensa en una entrevista con el diario The New York Times: "Los medios deberÃan estar avergonzados y humillados. La prensa tiene que callarse la boca y escuchar durante un tiempo porque la prensa se ha convertido en el partido de la oposición".
La prensa, conjuntamente televisión, radios y medios alternativos, son el pueblo mismo y, pese a sus yerros que pueden tener en el diario servicio, son efecto de la conciencia de los pueblos, de las comunidades de todo tipo; son la institucionalidad hecha palabras, sentimientos, criterios, crÃticas, aprobaciones y aplausos a quienes y con quienes deben ser servidores del pueblo porque para ello han sido elegidos. Esta es realidad que nadie, por poderoso que sea puede desconocer y menos expresar criterios o conceptos ofensivos porque los medios de comunicación sólo muestran realidades, señalan verdades que disienten, discrepan y contradicen lo que muchas veces desde puestos de poder polÃtico, económico o social se cree verdades que no son.
El señor Trump, con sus polÃticas negativas, contradice lo que Estados Unidos, paÃs campeón de la justicia, la democracia y las libertades ha defendido siempre porque todo ello es parte de los derechos humanos; un pueblo para el que la libertad de expresión ha sido parte sustantiva de su existencia.
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