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Invitado


Domingo 29 de enero de 2017

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Cultural El Duende

Jtosé Martínez-Bargiela

29 ene 2017

José Martínez-Bargiela. España, 1921 - 2009. Poeta, narrador y traductor. Ha publicado veinte poemarios, entre ellos: Poemas al sur de Finisterre, Responso para una balada, Máscara de los Andes, En tránsito de lunas, Travesía atlántica de un imaginario poeta negro, Grand Hotel Capricornio, Los ávidos laureles, Hojas de palisandro, Fragmentos de la noche, El escultor.

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Poema de los equinoccios

No le apresa

el bosque desnudo

su cuerpo

sobre la hierba

lacia:

sobre la hierba lánguida

hubiera sido luna de verano

que ama

el pez

en el arroyo de las hayas.

El bosque se enternece,

abre todas su vainas

y se postran los alisos

penitentes

de octubre,

y el canto de los abedules,

tornasolados ensueños,

por sus caducas ramas

azules.

Yo, el esmoquin

(fragmentos)

Soy apenas un invento de investidura,

heredero pobre de la prole

de ínfulas diplomáticas,

arrumbado

por descarte

y rescatado

de la indigencia

de un ropavejero

por un novicio

en el arte de la gastronomía.

De ahí en adelante soy algo así

como el que asiste a una misa carismática:

un sacerdote trasgresor,

un fanático ortodoxo,

un judío con quipá.

Pero lo que no digo que soy,

sin ton ni son:

enigmático, jurado socialista,

aunque lleve los ojos vendados

al promediar la cena.

Ilusión óptica

un gato amarillo

mira a los pájaros amarillos

y le caen lágrima

porque la piedad

es demasiado

para un gato amarillo

que se relame

en el fondo del estanque

Luna llena

Entre los veinte años

y los sucesivos treinta

¿qué piensa esta mujer

que va a mi lado?

Me mira

y me ignora,

me inaugura

pretencioso intruso

a una quimera.

Devoro la idea

-pletórica presencia-

de nunca volver

a encontrarnos,

ya nos perdimos

en recuerdos de siempre.

Han sido pensamientos

gemelos

los que humanos.

La mutua coincidencia

viaja con nosotros dos,

solos y ausentes.

Cuando sea

En todo caso,

más de una vez dije

preferir

una camisa Mao o,

como hombre,

el esmoquin

de trabajo

de toda

una

vida.

En su último reposo

-el ropero-

está enmohecido

de aburrimiento.

Tejido a mano

Mientras teje,

¿en qué piensa

Esta mujer, a mi costado?

Le estorbo la madeja,

aguja bajo el brazo.

Me aparto un tanto,

me corro en el asiento

entre punto y cruz,

en su pensamiento lejano,

de mí ajena. Ni siquiera

vislumbro silencios,

que en entramado sea

-de su ser tejido-

Espacio y clave. Tal vez

el collage menos pensado: hilo

que tensa el corazón

en el olvido.

Anochece en la ciudad

En esta ciudad secreta

de tres millones de gentes

quizás viva alguien a quien yo ame.

En este vaivén humano, en esta

alta marejada, uno se desmadra,

se diluye, se desmaya.

Un encendido candelabro de almas

se desvanece en el interín

y derrama el pabilo de la nada

y oscurece.

Debajo de las baldosas: la palabra,

desentonada voz,

vaga desde el grito en la pisada inútil

del amante que se despide,

del odio que escalda,

del amor que no dimite,

por más que la noche caiga

en la esmeralda del cenit.

Historias de ciego con violín

¡Vean, vean a los guardias,

la ley es calva y una sola;

de fugas, esquiva ley aplicada

bajo los arcos del puente: ley,

toda sentencia es válida!

Observen el resplandor del fuego,

adviertan pulir el acero las balas,

por turno

el humo del tiro de gracia,

el innecesario suspiro.

De la comedia a la farsa,

inútil bululú

tan solo con ver fluir

y anudarse el agua

al rojo color del río,

la falsa sentencia al alba

por suscribir la muerte amanecida

al postrer canto del ruiseñor,

y pretenden las aleluyas

loar caros maitines,

vulnerar,

transgredir sordas lágrimas

en cuerdas de violín, el drama.

Poema

Siempre

detrás

del matorral

de mis palabras

hay

una

voz

de mujer

que

se desnuda.

Para tus amigos: