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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 El Tata Sabaya - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
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En la región andina de Carangas, a los pies del volcán Sabaya, vivÃa una pastora de nombre Asunta. Era una joven linda, alegre y con un voz maravillosa. Todas las mañanas, Asunta llevaba su rebaño de ovejas hasta las faldas del volcán donde encontraba yerba fresca en abundancia. Mientras las ovejas pastaban, ella hilaba y cantaba melodÃas del lugar. Al atardecer, la pastora contaba sus ovejas y regresaba a su casa.
El Tata Sabaya, que era asà como se conocÃa a la enorme montaña, contemplaba a la joven con ternura. Cada mañana la esperaba mostrando lo mejor de sus verdes pastos, deseoso de escuchar las melodÃas que Asunta cantaba. Sabaya estaba seguro de que no habÃa muchacha más hermosa en toda la región y se enamoró de ella.
Sabaya visitaba frecuentemente a Asunta, quien escuchaba impresionada sus hazañas. Y no pasó mucho tiempo para que el amor que sentÃan los dos jóvenes se encargara de unirlos para siempre.
Tuvieron un hermoso niño, al que su padre llamó Santiago MartÃn. El niño se hizo pastor y fue educado por sus padres en el campo. Aprendió de su madre a cuidar rebaños y de su padre la agilidad y valentÃa de un guerrero.
Cuando Santiago se hizo mayor, se casó con una mujer rica de Casinquira llamada Rosa y pronto llegó a ser el hombre más poderoso de la región.
Fue entonces cuando el Tata Sabaya regresó a la montaña tal como lo habÃa prometido.
Al enterarse el obispo de la existencia del pueblo de Sabaya, mandó un cura para que enseñara el evangelio a sus habitantes. Santiago lo recibió de muy buen grado; sin embargo, le puso una condición. Para dar comienzo a la misa dominical, el sacerdote tenÃa que esperar a que Santiago llegara; no habrÃa misa si Santiago no estaba.
Y asà se hacÃa cada domingo. Cuando Santiago asomaba con su caballo blanco por la quebrada Pihisa, el cura tocaba el primer repique de campanas. Cuando ya se encontraba en media pampa, se tocaba el segundo repique de campanas. Y cuando ya llegaba al pueblo se tocaba el tercer repique de campanas. Entonces, Santiago dejaba allà su caballo y entraba a pie hasta la iglesia a escuchar misa.
Uno de esos domingos el cura daba vueltas impaciente alrededor de la iglesia. Miraba una y otra vez por si el hijo del Tata Sabaya asomaba por la quebrada para tocar el primer repique de campanas, pero tan solo el silbido del viento contestaba a los ruegos de que el caballo blanco apareciera al galope.
El Tata Sabaya se puso furioso al escuchar la maldición en contra de su hijo y se sacudió con tanta ira que desde su interior brotaron inmensas rocas candentes que cayeron con fuerza sobre el pueblo. Y de su enorme boca fluyeron rÃos de fuego que bajaban de prisa quemando y petrificando todo lo que encontraban a su paso.
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