Cambio Climático. Panorama de la Joven Poesía Boliviana (Fundación Simón I. Patiño - La Paz, 2009). Selección, prólogo y notas de Juan Carlos Ramiro Quiroga, Benjamín Chávez y Jessica Freudenthal
4 a.m.
Desde aquí, los árboles son plateados.
No hago más que aferrarme a la ventana,
al sentimiento que embarga la neblina que hay afuera.
Al caer la noche, la gente tuvo que huir de las calles.
Desde donde vos estás, me llamás preocupado,
pero hay distancias irresolubles entre nosotros.
Si una carretera es el espacio que separa
a dos pueblos ¿cuál es la distancia
que aparta tu mente de la mía?
Habitamos dos tierras lejanas.
Quisiera hacerte mi hijo
y cubrirte de la niebla.
Pero ¿cómo se llama este viaje
que emprendemos hace tanto tiempo?
Emma Villazón. Santa Cruz, 1983 - La Paz, 2015
Relación sobre
un ser superior
Mi perro, esta mañana, es dueño del sol.
Recostado, estrellas hacia adentro,
se disfruta y no siente el peso
de ese cuerpo que parece el aire y no es,
esa tristeza circundante y tendenciosa.
Viene de un camino más grato que el mío.
Sin política / Sin religión
y, desde luego, sin culpa.
Ya está un poco viejo,
pero tiene esa predisposición
de ir hacia la muerte
sin prisa / sin temor a despertar,
sin ganas de huir
o ser mejor.
Su ausencia de ambición
y su corazón gigante
se filtran por las estaciones
sin sentir el reloj,
por eso a veces siento
que cree ser mi amo,
pero estoy seguro que
no necesita de esa soberbia.
El patio está sitiado por el sueño
y la orden es precisa,
respirar, solo respirar.
Sergio Gareca. Oruro, 1983
Libélula
La libélula es un ángel caído en desgracia
que doma -incansable- en aire arisco.
La libélula es hija del helicóptero y la abeja,
curiosísima aventura.
Cuando nos presta sus ojos
podemos ver -en el día- las estrellas
que azulean.
Con el más leve sonido,
en las paredes de yeso
su escasa sombra aterra.
Vadik Barrón. Rusia, 1976
La saga
Si tú así lo deseas puedo ser tu hechicera
estar cuando me busques
desaparecer cuando ya no me quiera.
Puedo trocar este cuerpo
hacerlo más largo, más angosto, más ligero
y ponerme un vestido violeta.
Soplar el humo que me rodea
ungirme de lavanda o jazmín
si me prefieres más sensual pachoulí.
Si mis manos te molestan
fabricaré guantes de seda.
Cambiaré estas rotas sandalias
por zapatos abiertos de tacos negros
para que goces el cuidado de los dedos.
Reposaré los pies en agua tibiamente salada
un masaje de menta
convertirá lo tosco en marea
y las uñas en caramelo.
Pero supongo que no eres tan tonto
para creer todo esto.
Ni por tu amor domado
movería yo un pelo.
Adriana Lanza. La Paz, 1978
Poema curita
Tú no ves, con tus ojitos de botón,
que yo podría volarte la cabeza;
tú no escuchas,
con tus orejas de corcho,
la música que engendra mi saliva.
Tú no sientes,
con tu corazón de hormiga,
que mi corazón,
es de carne molida por tu culpa.
Y cada vez que me golpeas
ni te fijas
que los moretones
pintan un hermoso lienzo
en mi piel blanca
abandonada.
Y yo no entiendo,
cómo tú
con esos ojitos de botón,
tus orejas de corcho,
el corazón de licuadora
y tu lengua de alfiletero,
puedes tenerme así:
Empolvada y rota,
hecha jirones debajo de la cama,
con las piernas abiertas
y el vestido levantado,
la piel de porcelana y los labios de papel,
toda enamorada
chorreándome
las ganas en las bragas.
Y yo no entiendo por qué admito
que me tengas así,
si yo podría volarte la cabeza?
Jessica Freudenthal. España, 1978.
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