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Domingo 01 de enero de 2017

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Cultural El Duende

La Peña de Sucre

01 ene 2017

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EL ESPÍRITU

Porque el Espíritu denomina a las cosas. Como los árboles que susurran, pero es el viento. Y ni siquiera el viento pues el Espíritu penetra en lo que está vacío y en lo que está colmado y de todo se aleja y no arrebata nada sino que, sencillamente, las cosas son como son y el Espíritu es el Espíritu? Como luz sobre los espejos.

Los hombres destruyen todo aquello que les damos: los más antiguos templos que yo he visto eran fustes caídos sobre las arenas y lo que llaman Historia es apenas algo que recuerda y nuestros padres están enterrados. Pero esto no pueden destruir los hombres: aquello que no les daremos. (Y que los que dicen amarnos se curen en salud porque nosotros no somos parientes ricos y nuestro inventario será más corto que nuestras cenizas). Porque sucede así: que el que quiere saltar debe replegarse y volver sobre sus pasos para tomar carrera y ganar impulso. Espíritu es lo que se repliega, lo que penetra en nosotros: lo demás es cabriola. Aquel es -dice el pedante- un vano espejismo, pero el sabio conoce que las estrellas son verdaderos diamantes en la túnica de la muerte. Vive en el vacío nuestro Espíritu porque no es posible esculpir la soledad y porque el vuelo es diverso de las alas y el hombre distinto de su destino: quien cae en un abismo, es diferente del abismo y aquí vemos por qué los mares pueden hablar con los humanos y por qué, algunas veces, arden las estrellas en nuestro corazón. Inmersos -este es el término adecuado- vivimos inmersos en las aguas eternas, perdidos en la entraña de cristal fulgurante, en hielo y luz, júbilo y nada. Inmersos y solos: el resto no pasa de ternura. Pero, dentro y fuera, en el espacio sin medida y en la carne doliente, Espíritu es todo; arena, huella y caminante. Y más todavía: meta para el camino. Y más aún: esencia de la nada.

Amigos: alzad ahora vuestra copa. Ella también es Espíritu. Y no olvidéis que las estrellas son verdaderos diamantes en la túnica de la muerte. Porque ya os dije que somos nosotros a denominar las cosas y aquello que hacemos valer es lo que vale y no el afán de los pedantes.

Fernando Ortiz Sanz.

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