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Domingo 01 de enero de 2017

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Cultural El Duende

Fragmentos de un Diario Íntimo Fábula sin moraleja

01 ene 2017

Marco Denevi

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Lluvias torrenciales, 2: La vida es triste y monótona. De día, vender miel a los osos. De noche, robar alguna gallina. Estoy harto. ¿Cuándo saldré de la pobreza?

Ídem, 15: Me han enviado un prospecto ilustrado ofreciéndome en venta abejas de bronce. Según el prospecto, hacen el mismo trabajo que las abejas vivas, pero con enormes ventajas: no se mueren, no se fatigan, no se irritan, no clavan el aguijón, no hay entre ellas ni reinas ni zánganos, todas obreras, pueden trabajar las veinticuatro horas del día, etcétera, etcétera? Precios módicos. Facilidades para el pago. Lo pensaré.

Arcoíris frecuentes, 3: Me he decidido, Compraré las abejas de bronce.

Ídem, 8: Hoy han llegado. Son maravillosa. Brillan como si fuesen de oro. Vienen con un tablero electrónico para manejarlas a control remoto y una colmena también de bronce. La alegría de la compra me ha hecho olvidar el asunto de anoche. (El prospecto lo explicaba claramente: no se pueden tener abejas vivas y abejas de bronce al mismo tiempo. La presencia de estas últimas enloquece a las otras, las impulsa al crimen, les hace fabricar miel venenosa. Tuve que elegir. Pero de todos modos, ha sido duro. Estudiaré el folleto explicativo.

Gran viento del oeste 1º. Fecha inolvidable. Por primera vez en la historia, las abejas de bronce han cruzado el espacio. Yo estaba emocionadísimo. Pero todo anduvo a la perfección. Movía una palanquita, y un enjambre salía volando hacia un punto el horizonte. Movía otra palanquita, y un segundo grupo disparaba hacia el lado opuesto. Y así, tres, cuatro, cinco veces. ¡Y cómo vuelan las condenadas! Forman una nubecita de puntos dorados que apenas es posible seguir con la vista, y esto después de mucha práctica. Además, emiten un zumbido que produce escalofríos. A los pocos minutos, una a una, estaba de regreso, se incrustaban en el alvéolo correspondiente (están numerados) hacían un ruidito extraño, seco, algo así como Cric Crac Cruc, y enseguida destilaban la miel, una miel pura, limpia, rubia. Y ya estaba en condiciones de recomenzar. En una hora fabricaron tanta miel como las otras en un día. Los demás animales, boquiabiertos? Se juntó una muchedumbre para verme manejar las abejas de bronce. Algunos chillaban de terror. Otros aplaudían. Los osos me felicitaron. Les contesté que, naturalmente, el precio de la miel ha aumentado.

Ídem, 2: Un pájaro quiso tragarse en pleno vuelo una abeja de bronce. La abeja le desgarró las cuerdas vocales y se le incrustó en el buche donde le formó un tumor, a consecuencia del cual murió a las pocas horas, en medio de atroces sufrimientos (y sin poder siquiera quejarse, porque había quedado mudo). Los demás pájaros no me saludan. ¿Y yo qué culpa tengo? En todo caso, aquel pobre infeliz en el pecado encontró la penitencia.

Ídem, 3: El negocio va viento en popa. Todo el mundo viene a comprar miel, hasta los que nunca la habían probado, hasta los que juraban aborrecerla. Es por las abejas de bronce. Nadie quiere dejar de ser moderno, cosa que yo, discretamente, fomento mediante una sutil propaganda.

Ídem, 4: Las arañas están furiosas conmigo. Dicen que las abejas de bronce les desgarran las telas y se las dejan hechas pedazos. Han amenazado con iniciarme pleito por daños y perjuicios. ¡Daños y perjuicios! Cualquiera diría que esos harapos mal tejidos son tapices de oro. ¿Y cuando eran ellas las que se quedaban con mis abejas vivas? ¡Hipócritas! Pero no se atreverán. Todos mis clientes me apoyan, especialmente después de mi discurso de hoy, en el que describí a las arañas como a unas analfabetas, reaccionarias y enemigas del progreso. Hablé de la civilización y la barbarie, de la luz y la sombra, del bien y del mal, dejando traslucir que las abejas de bronce representan todo lo primero y las arañas lo segundo. Recibí una ovación. Los osos me aseguraron que si las arañas intentan algo, ellos irán hasta sus nidos y les matarán los hijos.

Ídem, 14. He aumentado las instalaciones (más abejas de bronce, nuevas colmenas artificiales) y tomado un ayudante. Es el cuervo, individuo que no me gusta mucho que digamos, pero que asegura que la miel le provoca náuseas. Trabajamos de sol a sol.

Esplendor del cielo, 3: Toda la familia de los cuervos trabaja a mis órdenes, en cuatro turnos, día y noche. (Sospecho que esta gentuza no me roba miel, pero me roba dinero). Los demás animales me llaman señor. Soy la persona más poderosa (económicamente hablando) de todo el país. Las arañas se han mudado a la frontera.

Ídem, 9: Mis ganancias crecen increíblemente.

Ídem, 11: He visto con mis propios ojos cómo una abeja de bronce se introducía como una centella en una azucena, donde un picaflor estaba libando con néctar. Literalmente lo degolló. La sangre del desdichado tiño de rojo la azucena. Mi abejita, sin atender más que a sus impulsos eléctricos, sorbió sangre y néctar, todo junto. Un rato después, la miel de la colmena 5 tenía un hermoso color rosa. La venderé como miel especial para niños.

Ídem, 12: Gran éxito de la miel rosa especial para niños. No quedó nadie sin comprar.

Ídem, 13: Mis clientes de quejan de que a sus hijos les ha entrado, de golpe, la manía de hacer versos. Felizmente, nadie ha relacionado esa epidemia con la miel rosa.

Pequeños incendios espontáneos 4: Todo el mundo comenta los que está sucediéndole a las plantas: No dan más flores. Dicen que es a causa de las abejas de bronce. Dicen que las flores no resisten la trompa de metal, se agostan, se doblan y se mueren. Y lo peor es que las plantas se niegan a dar nuevas flores. Todo esto, ¿no será un rumor que hacen correr las arañas y los pájaros?

Ídem, 6: No es un rumor. Mis abejas tardan en regresar. Evidentemente, deben trasladarse a zonas cada vez más lejanas. El consumo de electricidad aumenta, la producción se retarda, mis ganancias disminuyen.

Ídem, 8: Cada día tardan más, y más, y más? Esto no me gusta nada. No se ve una flor en veinte leguas a la redonda.

Ídem, 12: La miel que recojo tiene un sabor exótico. Los clientes se quejan. Les he dicho que es miel importada, pero mi explicación no satisfizo a nadie.

Ídem, 15: Estoy desesperado. Al cabo de horas, de días de vuelo, regresan para destilar una miserables gotitas de miel con sabor qué sé yo a qué. He perdido la mitad de la clientela. Despedía a los cuervos. Los osos me amenazan con matarme s no los proveo de la buena miel de antes. Pierdo dinero cada hora, cada minuto. El consumo de electricidad me lleva todas las ganancias acumuladas.

Lluvias ligeras 4: Tres días sin noticias de las abejas de bronce.

Ídem, 5: Hoy han ocurrido extraños acontecimientos. Los pájaros perdieron sus colores, las mariposas cayeron muertas todas a un tiempo, el arroyo se detuvo. La gente está aterrorizada. Me miran como si yo fuese el responsable. Esos ceños fruncidos, esas conversaciones a media voz, el silencio con que me reciben cuando me ven llegar, no presagian nada bueno.

Ídem, 5, por la noche: Las abejas regresaron cera de medianoche, se incrustan en sus alvéolos, canturrearon su cric, crac cruc, pero no he recogido ni una gota de miel. Santo cielo, ¿qué significa esto? ¿Qué no han encontrado flores en ninguna parte? ¿Qué ya no hay más flores en el mundo?

Ídem, 6: Desconecté los cables, destruí el tablero electrónico y las colmenas artificiales, enterré las abejas de bronce en un pozo, junté los pocos ahorros que me quedan y antes del amanecer escapé. Al cruzar la frontera oí a mis espaldas unas vocecitas de vieja que me llamaban: ¡Zorro, Zorro! No necesité darme cuenta que eran las arañas, que a la luz de la luna tejían sus telas prehistóricas. Les hice ademán y seguí adelante.

Lluvias torrenciales, 1º: ¿O será de mí??

* Marco Denevi. Escritor, periodista, novelista y dramaturgo argentino (1922-1998).

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