La enseñanza en la escuela, colegio y en el pregrado es decisiva para la formación de una mujer o un hombre útil y potencialmente sabio e innovador para el progreso de nuestra civilización, empero, ¿De cuáles condiciones depende esta entrega de los hijos a los formadores, llámense maestros, catedráticos o facilitadores?, de los logros comprobados en la formación propia de los maestros, catedráticos o facilitadores en el ejercicio de su apostolado en la educación. Asumir la calidad de maestro, catedrático o facilitador es el ingreso a un ámbito de ineluctable responsabilidad material y moral en la transmisión de conocimientos a un futuro miembro activo de una sociedad que usara su intelecto correctamente formado o sesgado y cuyos actos o decisiones profesionales afectaran irremisiblemente a la sociedad.
Pero he aquà la realidad, un formador pensando, teorizando, meditando es diferente a aquel que mantiene esa condición de formador en forma sumisa y estática, transmitiendo los programas prescritos que le imponen otras personas sin haber consensuado sobre los temas a enseñar, entonces, un maestro, catedrático o facilitador que no piensa en su programa pasa a ser el que piensa en su programa. Este pasar es precisamente pensar. Pasar a pensar en el programa es estar ya pensando en el programa y seguir pensando el mismo programa mientras dure este pensar.
Cuando un maestro, catedrático o facilitador libera esa potencialidad para pensar está en movimiento de superación. AsÃ, el construir del pensar es el hacer, y la obra es lo hecho intelectualmente con el pensar y, cuando el maestro o catedrático llega a la obra pensando, concluye, quedando esta. Si el maestro, catedrático o facilitador no llega a la obra se sitúa entre Escila y Caribdis, que significa que será excluido y olvidado para ser parte en la actividad vital de la formación que es la realización más perfecta del ser humano, porque es una simbiosis de capacidad, superación y generosidad en la entrega o transmisión de conocimientos.
Este proceso es el que debe repetir toda su vida quien enseña por vocación e inmaculada responsabilidad. En el pensar hay, como en todo cambio, tránsito y paso. Pero en este último se da la condición de que el pensar no es pasar a otra cosa sino que por lo contrario, es un incremento, es una marcha, un avance o progreso hacia lo mismo.
(*) Es Abogado Corporativo, posgrado en Educación Superior e Interculturalidad, Docente universitario, Escritor
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