Loading...
Invitado


Domingo 16 de mayo de 2010

Portada Principal
Revista Dominical

La novela histórica

16 may 2010

Fuente: LA PATRIA

Por: Alfonso Gamarra Durana - Miembro de la Academia Boliviana de la Lengua, y Correspondiente de la Real Española

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

UN ENSAMBLE DE REALIDAD Y FICCIÓN

Una mirada retrospectiva a la novelística mundial permite cerciorarnos que, en todos los tiempos, el escritor ha realizado su faena incluyendo datos o sentimientos autobiográficos, y, por otro lado, escribiendo los sucesos reales que se han generado en los tiempos. Lo personal, familiar y regional pueden relacionarse con el relato siguiendo la disquisición del género literario empleado, añadiendo de esta manera el acontecimiento histórico al discurso. En ambos casos, resalta la actitud del autor frente a los hechos, manejando el lenguaje para combinar lo tangible de la construcción, que es la lección de la historia, con la creación excogitada por el creador.

En la narrativa sudamericana se mantuvo, a través de los periodos literarios, la tendencia a conservar la realidad como elemento cardinal para no deformar la historia, poniendo la creación estética al servicio del dato seguro y concreto. Acción que se llevó a efecto también con las de tipo autobiográfico.

El motivo historiográfico es la exposición de hechos tal como se produjeron en su debida oportunidad. En la novela, en cambio, el hecho adopta una situación dislocada y la narración adquiere la posesión de la generalidad textual. El suceso histórico aparece ocasionalmente en forma subrepticia, los carriles de avance son los de acompañamiento. Aparece también con una imagen intensa que quiere reproducirse con las palabras del autor, pero luego se escapa para inclinarse hacia el lado que le lleva la ficción. Como obra de arte se cambia el plano preferido para ocasionar la impresión mayor, o se colaboran mutuamente para que la escritura vaya por el cauce de una dramatización sobre el perfil fáctico.

Las novelas históricas europeas, tipo Alejandro Dumas o Walter Scott, tuvieron su tiempo, su modo de elaboración, con estilo anacrónico, no permitiendo el desarrollo de la parte otorgada al lenguaje, siendo parcos en el uso de las metáforas, se otorgaban espacios para una participación libre de las referencias históricas en medio del texto, a las que se dispensaba una aprobación moderada de los profesores de la materia.

La concepción literaria es la manifestación del género, libremente elegido, y partiendo de la intención de contar una trama, siguiendo un desarrollo acordado o evolutivo porque el autor a medida que progresa su escrito aprehende novedades, y alcanza la culminación, después de haber recorrido varios enlaces que amplían y distraen. La historia es una realidad ya pasada, completamente ejecutada, que se incrusta en el ámbito de la novela. De esa manera parece no tener otra aspiración, sino la de mantener la cohesión del texto.

Obligadamente hay una narración dentro de otra narración, sin necesidad de que se cotejen ambas. Se enuncian diversos detalles de los hechos pero de por sí llegan a destacarse los momentos más significativos de un período histórico. Reuniendo inicialmente las especies temáticas, el autor habrá partido de un núcleo central, y habrá imaginado el sitio de las diversas historias anexas que se entrelazan y cruzan en el desarrollo. A medida que se despliega la urdimbre, los personajes reales que asoman desde las páginas de la historia, se mezclan con los actores imaginados del relato. La práctica del escritor permite la mayor o menor consideración de estas relaciones. La novela histórica hace desmantelar los límites temporales y espaciales, las estampas señaladas no guardan márgenes ni notas de referencia puntual, se toma la libertad de emplear el mismo lenguaje en cualquiera de las facetas ocasionadas; y actúa de esa manera para que los personajes del pasado se presenten con los diálogos vivificantes y formalicen una verdad estética.

Las estancias de la narración se escriben en el presente, sin embargo, se dinamiza obligadamente el pretérito del recuerdo, adoptando un lenguaje en tiempo pasado, y presume diálogos o actitudes de un momento remoto. Este tipo de perspectiva requiere de aproximaciones entre los personajes y, a veces, del contacto entre ellos. Su pericia es tomar materiales del presente para bosquejar una reconstrucción del pasado.

VERIFICAR LA TESIS HISTÓRICA

La ambivalencia y la ambigüedad de la estructura histórica aproximan a la configuración del texto, que aboceta el recuerdo del suceso y hace profundizar en sus motivaciones y resultados. El hecho sería la tesis a la que hay que demandarle su propia explicación, para que aporte un sentido en la verificación de éste. La estampa histórica no se puede tomar como una proposición verdadera sino que puede originar planos dialécticos. La argumentación en unos puede atraer a la significación definitiva de otros. El abundamiento en diferentes sentidos interpretativos solevantaría el resultado.

La novela no es como una página de historia fidedigna porque el sentido será mutable según sea su decurso, modificable de acuerdo con la incursión de personajes que la ficción permite. La linealidad aparente de un capítulo de la historia, aquí tiene variantes, creando la adyacencia de enredos y diálogos, multiplicándose las entradas de los personajes, justificando su aparición, y terminando toda la narración por la culminación o el abandono. Los puentes prodigiosos de las reminiscencias escriben las líneas nuevas del relato, para sostener la temporalidad, y dejar que la vida fingida vaya moviendo el mecanismo narrado.

La escritura tiene la cualidad de repetir el hecho real, y sin embargo cuando ingresa a inventar escenas eventuales, siguiendo una estrategia, busca que el texto anude sus lazos con la historia.

Por el contrario, los colores que las pincelaciones han aportado a una anécdota histórica, pueden cambiarse porque no hay una relación de fijación determinante, la perspectiva puede corregirse de acuerdo con el avance de la trama. Se puede volver a mirar los antecedentes, y, lo que es más, se puede encontrar lo testificable a través de lo anteriormente observado.

La novela histórica, aunque muchas veces convincente, no puede afirmar los tejemanejes de la historia, no puede obstinarse en aplicar la crítica a los héroes; no se puede deducir la consecuencia de un acaecimiento ya transcurrido en el pasado. En el escrito literario alternan las apreciaciones del momento con las posibilidades de matizar a gusto, y de reencauzar lo ya iniciado o parangonar los trasuntos.

Las etapas para configurar la novela histórica serían ordenar el suceso histórico, buscando la percepción de su naturaleza; en el bosquejo del tema, detallar la tendencia evolutiva; mostrar en el plano de la redacción, el enlace con el texto ficcional; y no dejar alejamientos extremos de las dos clases de textos, midiendo el desarrollo del circuito narrativo. Quizás las partes de todo esto, no se reconozcan inicialmente, pero en el conjunto se define la realidad dentro de la disposición imaginaria. Esto no es la verdad sino una tentativa de renacimiento alrededor del hecho histórico.

Lo mejor sería que la realidad y la ficción se encarnasen tanto que no pudiera descubrirse cuál fue el suceso que vivió la humanidad.

UN ENUNCIADO DESCRIPTIVO NO ES INDUDABLE

“Ya sé que violo a menudo la historia, pero le engendro hijos muy interesantes”, bromeaba Alejandro Dumas, el autor de Los tres mosqueteros, porque en esta novela como en muchas otras, tomó de las actas históricas francesas bastantes nombres históricos o algunos imposibles, los intrincó con sucesos y lugares, y fabuló sobre ellos sin ahondar en las memorias de Courtilz, donde se refiere la existencia verdadera de los famosos cuatro mosqueteros, que tuvieron desempeño diferente y nombres ligeramente modificados que en la novela anotada.

Estas noticias nos hacen ver que personajes reales, disfrazados conveniente o equivocadamente, pueden ser localizados en la trama de uno de estos libros.

En nuestro medio, Adolfo Cáceres Romero en La saga del esclavo pone de fondo extenso al desplazamiento del primer Ejército Auxiliar argentino para la exposición de la trama que ciertamente no se encuentra documentada. Vicente González-Aramayo en La llave de piedra hace aparecer a escuadrones disciplinados, con soldados de uniforme rojo y gran capacidad de disparo, cuando en la colonia los ejércitos eran irregulares y se formaban con los paisanos en situaciones eventuales; igualmente presenta a los personajes de la rebelión criolla de 1781 en conciliábulos que buscaban una independencia que todavía ni se sospechaba.

Como todo conocimiento se puede reducir a la dimensión del lenguaje, éste inventó los enunciados para describir la realidad, conectando estrechamente los unos con los otros, y la lectura continuada del suceso recibía el crédito. Pero es necesario saber que la presencia de un enunciado descriptivo en este tipo de novela no avala la certeza de correspondencia con la realidad. Todo dicho no conlleva la verdad, en cualquier lugar puede existir lo falso, porque no hay un metro para medir una interpretación de la realidad. En la “novela original incaica”– como la denomina su autor Abel Alarcón en 1915– En la corte de Yahuar–Huacac se consigue, en algún capítulo, que la ficción no se base solamente en la realidad sino que ahonde incluso en la intangibilidad de un ensueño, pues el príncipe Ripac comunica al monarca indio que ha visto en sueños una sombra extraña con figura humana que le previene por ser el Viracocha–Inca que los pueblos del Chinchasuyu se revelarían y acometerían contra su régimen. El inca no cree esas palabras porque son la esencia de una ficción, que le sirven asimismo al autor Alarcón para considerar que la fantasía puede escribir historias.

La ficción desconceptúa el detalle histórico porque frente a cualquier proposición en el texto se desarrolla la función argumental, y al poner un párrafo con argumentos se crea un atajo para que ingrese lo falso, o escribiendo más suavemente, algo imaginado como verdadero.

Para beneficio del relato se adecua la participación del héroe con determinados hechos históricos, y a medida del avance de la obra aparecen los desajustes de la composición. Se da el caso de que, por falta de un mejor estudio en los informes históricos, se imbrica la vida del padre y del hijo, sumando los actos de ambos, sin respeto a la cronología.

No es por error o impertinencia que el lenguaje se carga de estas situaciones, el género literario no norma otra cosa que la absoluta libertad de manejar la narración con las intenciones del autor, al que se le permite tener ideas armadas sobre suposiciones.

En la narrativa no hay un principio que preserve la realidad, y más bien cuenta con toda clase de licencias; no puede estar cuestionada en los pormenores, y por eso no está amparada por las cláusulas de la ética.

Conducidos por el estilo individual se rompen muchas veces los muros lingüísticos y conceptuales del ensayo o la monografía, produciendo una pulcra relación de hechos ficticios para alcanzar el efecto deseado, usando datos inventados o deformados, para simplemente comunicar, entretener, y alcanzar la consideración social.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: