Cuando falta diálogo político no hay libertad ni democracia
25 ene 2017
Armando Mariaca V.
Es un hecho que ni el gobierno ni los políticos de oposición quieren entender que la ausencia de diálogo impide que reinen la libertad y la democracia en el país. Muchas veces, el gobierno ha hecho alarde de respetar la Constitución y las leyes al haber sostenido que está "dispuesto a dialogar con la oposición"; pero, también hay que reconocer especialmente por parte de las autoridades que cuando hay disposición para dialogar se quiere que sea bajo las condiciones, intereses y conveniencias del gobierno, sin tomar en cuenta posiciones, sentimientos y creencias del sector político de oposición.
Por su parte, los partidos de oposición, cerrados en sus posiciones, tampoco muestran intenciones para un diálogo sincero, amplio y constructivo. Lo grave es que en la oposición al igual que en el partido de gobierno hay división porque existen intereses creados y, sobre todo, orgullos y soberbias en posiciones radicales a veces, porque cada cual se siente superior al otro. La división en el partido de gobierno no siempre es notoria porque el Presidente conjunciona todas las voluntades y todos los integrantes partidarios hacen lo que, en buena o malas cuentas, decide "el jefe" cuya palabra se ha hecho sagrada e indiscutible en once años de gobierno.
En la oposición, conforme pasa el tiempo y aunque con elecciones muy lejanas (tres años), se notan y se sienten las fisuras que son perjudiciales y mientras no haya renunciamientos en aras de los intereses generales del país, no será posible alcanzar condiciones de armonía y concordia para encarar, conjuntamente, el estudio y toma de conciencia de todo lo que conviene hacer; entretanto, los políticos de oposición (demostrada hasta en el Parlamento por la conducta de algunos diputados) lo único que hacen es "hacer el juego al MAS" y asegurarle triunfos que, bien saben sus militantes, no los merecen. Ellos, los masistas, aprovechan las circunstancias y las divisiones de la oposición aunque no saben cómo manejarlas.
Gobierno y oposición hablan sobre libertad y democracia; pero no practican esas virtudes y, conforme pasa el tiempo, las debilitan y las ignoran; no entienden que no se puede hablar de libertad sino se la ejerce plenamente pero con honestidad y responsabilidad que también son dotes para la vigencia de la democracia que, en su práctica, implica unidad de todos en aras de los intereses del bien común.
El poder hace que se olviden principios fundamentales de convivencia, y, el no poseer poder, determina también que no se conciban caminos de unidad para alcanzar objetivos comunes con renunciamientos, respeto y consideraciones por quienes están en la misma línea y, parece, buscan los mismos objetivos. ¿Será posible que gobierno y oposición cambien y entiendan lo que es democracia y libertad?, ¿Entenderán que ellos deben estar al servicio del país y no servirse de él?, ¿Terminarán algún día los antagonismos y luchas por intereses creados?
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