El acontecimiento deportivo mundial llamado Rally Dakar, de cuyo trayecto es Bolivia una protagonista de primer orden, ha provocado ciertas críticas que pueden considerarse legítimas, al final los habitantes de este país tenemos derecho a expresarnos con entera libertad sobre los problemas que nos afligen o no. Pero, siempre una opinión resulta más valedera si se apoya en argumentos racionales y científicos y no en posiciones interesadas políticamente o gustos personales muy privados.
Dentro de todo este fenómeno, una cosa se ha hecho evidente: la mayor parte de la población, por cuyos pueblos o ciudades han circulado los vehículos participantes y sus equipos de apoyo, se ha sentido interpelada favorablemente por este evento. Ciertamente, hay personas a las que no les gusta el automovilismo deportivo y no le ven nada beneficioso, inclusive han llegado a criticarlo por "la enorme contaminación ambiental y la destrucción de riquezas arqueológicas, además del despilfarro de dinero que se debería invertir supuestamente en solucionar problemas como el abastecimiento de agua y la crisis del sistema de salud".
El que escribe considera que el Dakar si bien puede distorsionarse por intromisiones políticas en su organización y realización, es esencialmente un evento deportivo que gusta a mucha gente, sea de la clase que sea. Y el hecho de no poderse practicar las categorías que lo conforman por razones económicas no le quita su mérito. Con criterios reduccionistas arbitrarios podrían también ser calificados de elitistas, no apropiados y condenados, el golf, el buceo deportivo, el tenis, la gimnasia rítmica, el nado sincronizado, la equitación, el tiro deportivo y muchas disciplinas del atletismo. No se considera que cualquier deporte posee una cualidad: involucrar económica y socialmente a mucha gente, aunque no lo practique profesionalmente o en su versión amateur.
Sobre el tema del costo económico para el país, éste no es considerable, aunque llegara a 20 millones de dólares americanos. Resulta mucho más beneficioso proyectar la imagen del país al mundo para incentivar el turismo, cuyo ingreso económico sería considerablemente mayor. Claro que esto también depende de políticas gubernamentales sensatas en el tema de facilidades para el ingreso al país como las visas y el evitar fricciones en las relaciones con otros Estados.
El tema medioambiental se lo maneja con una ignorancia e hipocresía que asustan. Se habla alegremente de la contaminación que provocan menos de 2 mil vehículos durante seis días, cuando en Bolivia circulan hasta dos millones de vehículos durante casi todo el año y de esto sí no se habla nada o se lo hace poco. Y qué decir del manejo de los residuos sólidos (basura) que la mayor parte de los habitantes del país asume con una indiferencia criminal a sus consecuencias, agravado por la crianza irresponsable de canes que llevan el problema hasta límites detestables. Y los defensores del medio ambiente no toman en cuenta las prácticas depredadoras de los colonizadores, eufemísticamente llamados interculturales, que deforestan el bosque y matan animales silvestres sin medida ni clemencia (los animales salvajes son la mayor parte de los seres humanos). ¿Y los cooperativistas?
Finalmente, se puede criticar, es un derecho constitucional, pero también se debería analizar el problema que se abarca de manera integral, sin caer en prejuicios ideológicos que dañan más que benefician al país.
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