Con bastante frecuencia cuando se aborda el tema del consumo o abuso del alcohol, hay muchos que, ya por ignorancia o ya por deliberada o interesada falsificación del concepto, endilgan la expresión alcohólico a las personas que se encuentran en una etapa muy avanzada del sÃndrome.
De forma análoga, cuando se expone el tema en grupos de jóvenes, una de las interrogantes más frecuentes de ellos es: ¿cuándo se es alcohólico?, pregunta que va dirigida a determinar si una persona es alcohólica cuando abusa del alcohol cada dÃa, o, cada cierto tiempo.
No es la cantidad de veces la que indica si soy alcohólico o no, sino mi actitud ante la bebida alcohólica. Asà lo dicen los expertos en salud mental.
Bien lo saben las organizaciones de rehabilitación de alcohólicos o drogodependientes, que dicho sea de paso, hacen una labor generalmente silenciosa y heroica, trabajando en la recuperación de quienes han ingresado en el precipicio de la intemperancia, ante la despreocupación, y hasta la mofa, de nuestra alcohólica sociedad. Es que vivimos una cultura que parece resuelta a promover el alcohol y las drogas. Desgraciadamente para nosotros, el consumo excesivo del alcohol está estrechamente vinculado al tema cultural.
En este contexto, cultura es el conjunto de creencias, convicciones, comprensiones, ideas, valores, normas y sistemas simbólicos que caracterizan e influyen en la conducta de una persona, y, en este entendido, serÃa razonable asumir que beber moderadamente alcohol es una norma conductual que serÃa clasificada como una costumbre de la mayorÃa, es decir que el consumo moderado del alcohol está socialmente aceptado.
Las personas jóvenes viven esta realidad, y asà ellos se identifican con la subcultura de la bebida. Al respecto hay paÃses europeos, que ante tanto beber excesivo, están regresando a las celebraciones familiares -como los matrimonios y otros actos- a festejos sin alcohol, y no son los curas ni las monjas quienes los promueven, es la misma sociedad, que ha sufrido el boomerang del desastre de la embriaguez y las drogas, la que está replanteando los objetivos de sus celebraciones, que con justamente eso: celebraciones y no borracheras.
AsÃ, lo más triste en un adolescente que abusa del alcohol es que cambia su manera de pensar, y no siempre se hace conciencia de que el alcohol es el mayor problema de dependencia en nuestra realidad. Las familias sufren por las consecuencias del abuso del alcohol mucho más que por los problemas de otras drogas.
Acción Familiar recomienda a los padres de familia cinco consejos para evitar que sus hijos sean bebedores excesivos o consuman drogas:
1. Hacer acogedor el ambiente familiar, armonizando la autoridad, que nunca debe faltar en el hogar, con el diálogo, la comprensión y la participación.
3. Evitar tanto la "sobreprotección" como el ser «padres de paja», educándoles en una razonable austeridad, acostumbrándoles a soportar las frustraciones.
4. Más que sermones sobre los daños de la droga, darles ejemplo de sobriedad, especialmente en el consumo razonable del alcohol, del tabaco y de los psicofármacos.
Dice el P. Antonio Arza, S.J.: "Los hijos que tienen mayor peligro en dejarse llevar por la toxicomanÃa son aquellos que tuvieron unos padres excesivamente duros o demasiado blandos que les dejaban hacer lo que querÃan; o padres que les no prestaban atención alguna".
Hay quienes ignoran el problema no por despiste, sino por amorales e inmorales intereses económicos que engruesan jugosas billeteras a costa de la decadencia social.
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