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Alta Mar, junio 30 de 1922
Señor doctor Bautista Saavedra
Presidente Constitucional de la República
La Paz
Señor Presidente y muy distinguido amigo:
Antes de partir de esa he buscado tres veces a usted, y en ninguna he tenido la suerte de encontrarle. Lo hice con la intención de hablarle exclusivamente de cosas de polÃtica con esa llaneza y esa sinceridad que acostumbro con todos los amigos que estimo, como usted.
De los bolivianos de alguna significación soy, dentro del paÃs, el menos polÃtico de todos; fuera del paÃs, olvido absolutamente aun la existencia de partidos, y solo quedo un boliviano que ama con exceso su patria, a la que nunca querrÃa ver rebajada o disminuida bajo ningún concepto.
Y como boliviano me dirijo a usted con esta carta privada e Ãntima, para rogarle se detenga a considerar esto que le voy a decir.
Yo creo, señor Presidente y antiguo amigo, que usted no puede prolongar ese sistema de gobierno que ha creÃdo usted necesario asumir en estos últimos tiempos. Y no puede por dos razones muy fuertes: por respeto a sus opiniones de publicista y por respeto al programa de su partido.
Desde la cátedra, la prensa, el folleto y el libro, usted ha sostenido una cosa lógica y que para las gentes europeas resulta elemental; lo absurdo del estado de sitio como medida preventiva.
El estado de sitio preventivo en mi sentir, es el solo recurso de los gobiernos que anhelan mantenerse en el Poder. Y mantenerse en el Poder sin más fin que el poder mismo -como lo atestigua el proceso de nuestra historia- , es destruir todo principio institucional, o, lo que equivale, retrasar el avance progresivo de la nación.
Y, siendo esto asÃ, usted no puede ni debe destruir la fe de los hombres de mañana, porque cuando los jóvenes vean que todo anhelo propalado en la oposición es vano, que los polÃticos solo prometen lo bello realizable solo cuando se hallan lejos del Poder y que el secreto impulso de todos, o de casi todos por lo menos, es imponerse para luego destruir sus promesas, entonces ya no creerán en nada, renegarán de los mejores y caerán en un utilitarismo de baja calidad, porque solo alcanzarán a ver, como lo único positivo, el triunfo inmediato, que para ellos significarÃa la consagración de sus esfuerzos de cualquier manera realizadosÂ?
Y esta no puede ser, no debe de ser labor suya, pues está bien que vivan para la hora que pasa y se diviertan y medren en el fandango polÃtico personajillos de la laya de Córdova, Achá Pacheco y otros tan conocidos nuestros; pero usted, maestro de la juventud estudiosa, y publicista de renombre, tiene deberes en absolutos reñidos con el caudillismo inescrupuloso de los mediocres.
Rogando a usted disculpe este mi lenguaje de sinceridad, que es el de un verdadero amigo, me es grato suscribirme como su atento amigo e invariable servidos.
Alcides Arguedas.
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