Ahora recuerdo un poema en el que hablo del mundo como un paño mojado embebido de muerte, y digo "cóselo dulcemente".
AllÃ, la poesÃa, sus versos, representaban los puntos de sutura. La poesÃa busca coser esta materia informe, bullente, como si pudiese de esa forma mantenerla junta, salvarla, y en todo momento estar al tanto de la paradoja, de la contrariedad de lo que va haciendo... ¡coser el agua! ¡Pero si el agua no se puede coser!
Como mucho, podemos coser el paño húmedo que de algún modo la contiene. AsÃ, tenemos en ella un arma de defensa, un arma de ofensiva... es una respuesta, una respuesta que debe ser organizada y formalizada de la manera más coherente.
V.M. He escrito mucho sobre la mujer aun cuando en mi primer recuento de poemas escribà que "yo no podrÃa hablar de la mujer". Se trata del polo del deseo. Creo que la mujer tiene un espacio privilegiado en la poesÃa precisamente porque, como alguna vez he dicho, la poesÃa es diálogo por excelencia.
Incluso el poeta que escribe sobre sà mismo trata de establecer algún contacto con el elemento bipolar.
Nunca estamos solos cuando escribimos, y el otro es, por excelencia, quien pone en escena esta duplicidad.
Me interesaba partir de un elemento tan cotidiano para evocar un objeto-talismán, una especie de objeto imantado. La poesÃa es siempre igual, y es siempre irradiación de sentidoÂsonido: una extraña forma de radiación, añadirÃa.
Se trata de una larga balada sobre la paternidad, que contiene dos estrofas sobre Dios. Son estrofas muy violentas, casi blasfemas, justamente porque no vienen de un creyente (si bien mi formación religiosa ha sido tan esmerada como prolongada).
Probablemente haya sido una forma de repulsión que tomó cuerpo en esas estrofas. Esto se debe al hecho de que incluso en la poesÃa más alejada de los problemas de orden religioso subsiste una latencia -al menos yo la advierto como tal-, una especie de hoyo negro en el que se camina, se gira...
Debo decir que en los extremos situarÃa por un lado a Caproni, con su nihilismo consciente y apasionado; por el otro, a Betocchi, uno de los poetas a quien más amo, con sus poemas de una belleza, de una creaturalidad, de una religiosidad absoluta.
ACB. ¿Cuál es la relación entre el silencio y la palabra?
V.M. Pienso espontáneamente en el silencio como el silencio del ritmo.
¿Dónde comienza el silencio?
Justo donde termina el verso. Durante muchos siglos, al menos en las lenguas prerromances, la zona donde colindaban la palabra y el silencio la representó la rima, en el sentido de que allà donde el verso se corta, allà donde la palabra cede al silencio, entraba la repetición fónica, precisamente como una forma de conjuro.
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