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Domingo 15 de enero de 2017

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Cultural El Duende

Nuevas preguntas a Alfredo Bryce Echenique en 2017

15 ene 2017

Jesús Ruiz Mantilla

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¿Está escribiendo?

Siempre, lo que ocurre es que ando perdido en dos proyectos que no llegan a cuajar. Ya he publicado dos tomos de antimemorias, tomando la idea de Malreaux, convencido de que la memoria no puede existir. Ahora estoy en el tercer volumen y ya con título: Permiso para retirarme.

¿Qué quiere decir eso?

Bueno, que ya estoy en la edad de no hacer nada. Al menos me siento en el momento de jubilarme, quiere decir esto, de no sentir la obligación de escribir. Más cuando la literatura que yo he hecho es espontánea, nada pesada. La de alguien que está contando un cuento.

¿Se retira entonces?

No hay que ponerse dramático, pero sí, tiene esa connotación. Es que me dedico más a ver películas y a escuchar música. Pero sin culpa. Ya son 28 libros.

¿Se le quitaron las ganas?

No, sino que ya no siento esa necesidad de dejar todo porque debo escribir. No es nada especial. Pero nunca me había pasado. Nunca. Yo era muy disciplinado. Me ha ocurrido esto, sin darme cuenta. Es muy reciente. Sigo con estas dos cosas pero sin prisa, vendrán.

Aquella depresión que le entró tras Un mundo para Julius, ¿fue producto del éxito?

No soporto el éxito. Ni ver cómo carcomía a algunos amigos.

Le dieron una paliza en Francia por una novia. Pero, ¿quizás la que más le dolió fue la que le cayó en la Feria de Guadalajara cuando le acusaron de plagio?

Eso fue una cabronada muy grande. Todavía tengo eso en los tribunales. Vino de un señor, jubilado, que me pasaba manuscritos para que le leyera... Era pesado el hombre. Se paraba en los semáforos y regalaba sus libros en los atascos. Yo le dije las cosas que no me gustaban y, bueno, se molestó. Me acusó de plagiarle. Fui a los tribunales y me absolvieron, pero quiero ir más al fondo. Que llegue a la corte suprema.

¿Aquello le deprimió?

No, porque mis amigos se volcaron conmigo.

¿Cuánto le debe su literatura a su familia?

Mucho, eran muy decadentes. Alguno llegó a presidente del Perú. Teníamos un palacio que era el único con seis patios: un derroche.

No le vamos a creer cuando dice usted que la nostalgia es un problema. ¿Se trata acaso, para un escritor, del recuerdo convertido en material literario?

No. Sirve, pero no. La nostalgia se da cuando uno se da cuenta de que algo es irrecuperable. Un amor, una vivencia, una etapa.

¿Pero no es eso el arrepentimiento?

NoÂ?

¿Ni siquiera cuando habla de su padre, que fue torero, factótum de la ópera y nadie lo creía cuando lo contaba whiskies mediante?

Es que era muy parco. Y cuando después de beber, lo soltaba, nos reíamos de sus historias.

Esa extrañeza de que los jóvenes escritores peruanos prefieran Madrid a París, ¿de dónde le viene? ¿Confía más la nueva generación en el poder del idioma que ustedes?

No lo sé, no tengo idea. Hay parte de verdad en eso. En mi época, más que artistas, en París había políticos, de izquierda, comunistas. Se dividían entre ellos, iban a cambiar el mundo, pero por supuesto, no cambiaron nada.

Esa relación de ciertos escritores con el poder, ¿ha sido sana? Algunos la han buscado como forma de influencia. ¿Usted también o más como forma de ironía?

A mí no me interesa nada la política. No he aprendido nada. He aprendido más de las conversaciones de mi casa y de los silencios de mi padre que de los políticos. Lo que le decía, la nostalgia.

El fin del boom llegó como el rosario de la aurora. Se apoyaron tanto en Fidel que� los dividió.

Yo no soy un hombre que pontifique, además. No tengo nada mesiánico.

* Jesús Ruis Mantilla.

Escritor y novelista español, 1965.

Tomado de El País

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