Ninguna tiranÃa se sostiene sin explotar nuestros miedos. De ahà que toda tiranÃa sea terrorista. Y cuando ese terror, que se sembró en las periferias, con masacres, saqueos, opresión e injusticia, explota en los centros con distintas formas de violencia, incluso con atentados odiosos y cobardes, los ciudadanos que aún conservan algunos derechos son tentados con la falsa seguridad de los muros fÃsicos o sociales. Muros que encierran a unos y destierran a otros. Ciudadanos amurallados, aterrorizados, de un lado; excluidos, desterrados, más aterrorizados todavÃa, del otro.
"Les pido que ejerciten esa solidaridad que existe entre los que han sufrido. Ustedes saben recuperar fábricas de la bancarrota, reciclar lo que otros tiran, crear puestos de trabajo, labrar la tierra, construir viviendas, integrar barrios segregados y reclamar sin descanso como esa viuda del Evangelio que pide justicia con insistencia. Tal vez con vuestro ejemplo y su insistencia, algunos Estados y Organismos internacionales adopten medidas adecuadas para integrar a todos los que buscan refugio lejos de su hogar. Y para enfrentar las causas por las que miles de hombres, mujeres y niños son expulsados de su tierra natal".
La relación entre pueblo y democracia deberÃa ser natural y fluida pero ha llegado a ser irreconocible. La brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de democracia se agranda como consecuencia del enorme poder de los grupos económicos y mediáticos que las dominan. Los movimientos populares no son partidos polÃticos y en eso radica su riqueza, expresan una dinámica vital de participación social en la vida pública. "Pero no tengan miedo de meterse en PolÃtica con mayúscula porque esta ofrece un camino serio y difÃcil para cumplir el deber grave que tenemos de servir a los demás». O esa frase que el Papa repite tantas veces: "La polÃtica es una de las formas más altas de la caridad, del amor".
Las organizaciones de tantos sectores de la sociedad, están llamados a refundar las democracias que pasan por semejante crisis. No caigan en la tentación de que los reduzcan a actores secundarios, meros administradores de la miseria existente. En estos tiempos de parálisis, desorientación y propuestas destructivas, la participación de los pueblos que buscan el bien común puede vencer a los falsos profetas que explotan el miedo y la desesperanza, que venden odio y crueldad o un bienestar egoÃsta y una seguridad ilusoria.
Sabemos que mientras no se resuelvan los problemas de los pobres, desechando la autonomÃa absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo ni ningún problema. "La inequidad es raÃz de los males sociales".
La corrupción, la soberbia, el exhibicionismo de los dirigentes aumenta el descreimiento colectivo, la sensación de desamparo y retroalimenta el mecanismo del miedo que sostiene este sistema inicuo. "Alguien debe tener un poco de sentido, y esa es la persona fuerte y comprometida. La persona que puede romper la cadena del odio, la cadena del mal". Todos juntos podremos más que los criminales que detentan poderes de corrupción, de injusticia y de codicia.
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