Jueves 12 de enero de 2017
ver hoy
No es concebible que haya regÃmenes que estén dispuestos a traspasar todos los lÃmites de la decencia y de la compasión por el prójimo. Tan aberrante es perseguir a quien no comparte las ideas del gobernante, como es la frÃa indiferencia ante el sufrimiento provocado por el sectarismo y la barbarie convertida en poder.
Hace unos dÃas se supo que un joven venezolano de solo 16 años murió de hambre. Kevin Lara Lugo, desesperado, comió yerbas malsanas y enfermó gravemente. Luego falleció porque en el hospital al que lo llevaron no habÃa las medicinas que requerÃa, lo que ratifica que en los hospitales venezolanos, se reciben enfermos que van a morir irremediablemente por las carencias que resultan de una crisis sin precedentes en la Venezuela que, hace poco, fue próspera y pujante.
Kevin Lara era parte de una familia venezolana angustiada por la pobreza y por la falta de trabajo. En una crónica periodÃstica se dice -con razón- que "Â?esta historia parece encarnar todo lo que ha salido mal en VenezuelaÂ?" (The New York Times, 26.12.2016). Realmente, este drama demuestra que los populistas en la patria de BolÃvar están resueltos a retener el poder a cualquier precio, inclusive sometiendo por hambre a su propio pueblo.
Pero hay más: Las estadÃsticas revelan la indiferencia del chavismo por el número creciente de muertes violentas en las calles de las ciudades venezolanas. Caracas, por ejemplo, es proporcionalmente donde se comenten más asesinatos en el mundo. Y, como en el caso de Kevin, ante la tragedia predomina la indolencia oficialista.