La galaxia Zuckerberg

En 2016 Europa, Sudamérica y finalmente Estados Unidos fueron escenario en tiempo real de la batalla contra la extinción de la especie dominante, el "Homo Mediaticus", que empeñó toda su tecnología y saberes técnicos para preservar y reproducir las condiciones medioambientales de su hábitat, frente a la especie emergente del cambio de ecosistema tecnológico: El Hombre de las redes sociales.

Fue la batalla de Obama y su software espía Prism contra Edward Snowden que puso al descubierto un régimen orwelliano; la batalla de Hillary contra Julien Assange y esa caja negra de verdades sucias que es Wikileaks; la batalla del Big Data y las encuestas contra la soberanía política de la generación Millennial. Pero principalmente fue la batalla de la "mainstream media" por recobrar la capacidad de definir una vez más el destino político de los Estados Unidos, contra un electorado rebelde, que se impuso en casi cada estado, en desacato al dogma de la media.

En 2008, pretendiendo dar cuenta de la dimensión del naciente fenómeno "social media", el diario El País de España publicaba: "Con 90 millones de habitantes la Nación Facebook, una de las más pobladas del planeta". Hoy, con 1700 millones de usuarios solo en Facebook, y con decenas de similares soportes interactivos en red, ya sólo alcanza con una analogía para graficar el impacto inclusivo del fenómeno social media: La Galaxia Zuckerberg.

Cuando en 1962 Marshall Mc Luhan publicó "La galaxia Gutenberg: Génesis del Homo Tipograficus", una tesis comunicacional revolucionaria y "herética" en tiempos del marxismo, él planteó que la tecnología y no la lucha de clases era el "motor de la historia", y que toda nueva tecnología creaba un nuevo mundo circundante para el hombre y el cambio de época.

McLuhan diría que "la escritura y el papiro crearon el medio ambiente social de los imperios del mundo antiguo. La espuela y la rueda, otros posteriores de vasto ámbito en la Edad Media"; lo que empleará más adelante para sustentar que la irrupción de la imprenta implicó una modificación sensible en el ecosistema del hombre medieval, un reordenamiento de las relaciones sociales y de la correlación de fuerzas entre actores, que a su vez implicó un nuevo balance de poder que contraería el fin de una era.

Explicar esto no es posible sin elegir una contienda que permita caracterizar las dinámicas e interacciones a partir de un conflicto-modelo. Y el impacto de la imprenta en el balance de las relaciones de poder de su tiempo evoca a Umberto Eco y su novela-códice sobre la "polémica acerca de la posesión de bienes y la pobreza de los apóstoles": El nombre de la rosa.

Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles en 1440, pero el debate sobre la "universalización de los códigos del saber", que sería el efecto último de su invención, había empezado un siglo antes, en una abadía benedictina donde un concilio histórico entre la orden franciscana y el papado discutía, entre otras cosas, si era compatible el apostolado con la acumulación de bienes y poder.

El clero, detentor del monopolio de las condiciones de producción y divulgación del saber durante el oscurantismo la escritura manuscrita, habría de perpetrar una serie de crímenes al interior de esa abadía benedictina, con el fin de mantener "secuestrados" y anónimos, los últimos ejemplares de celebres textos filosóficos "profanos" que desafiaban la doctrina católica, y que sus rubricantes, copiadores y caricaturistas habían empezado a reproducir y sacar fuera de la custodia de la bibliópolis más secreta de la cristianidad.

El clero no dudó en envenenar los libros profanos para acabar con quienes husmearan entre sus páginas y finalmente en incendiar la prisión de ese saber "maligno" que atentaba contra un orden establecido que proscribió a la ciencia como herejía y pregonó una "fe" en la ignorancia.

Tras presenciar la batalla ideológica-narrativa del Brexit, del plebiscito "Por la paz" y de las elecciones en EE.UU., y sus adversos resultados para la Mainstream Media, cabe cuestionar ¿Qué está dispuesta a hacer la elite dominante que controla hoy la producción y el tráfico de la información "oficial", para preservar el orden político y social que le da poder? ¿Qué está dispuesta a hacer la media para contener el advenimiento de la Galaxia Zuckerberg?

La Era de la "mainstream media", o del Cuarto Poder, alcanzó su auge con un hecho histórico incontrastable: Watergate. Ese momento significó no solo la capacidad tecnológica plena de la media para auditar y deponer al poder político, sino además su plena legitimidad social.

La Galaxia Zuckerberg se inauguró el día que el dispositivo móvil emancipó del analfabetismo funcional a dos generaciones y empoderó, a cada pedestre aldeano global, de la tecnología para navegar el hiperespacio, producir y compartir contenidos masivos, sin pausa y "en tiempo real".

Ese día el periodismo empezó a dejar de ser un código secreto, un lenguaje de iniciados, y la agenda pública, largo tiempo desplazada y suplantada por la agenda mediática, adquirió una relevancia que nunca antes tuvo.

La intermediación mediática colapsó globalmente; la media no pudo detener una "primavera árabe" orquestada en línea, la elección del primer "Presidente Facebook", influir en el resultado electoral del debate británico sobre la comunidad europea, el debate sobre la paz en Colombia o sobre quién debía ser el siguiente presidente de los Estados Unidos.

Como un animal agónico, la curia de la industria cultural y sus agentes políticos se conjuran hoy para tratar, una vez más, de frenar la historia y el acceso de los profanos al arte de producir y socializar información por sí mismos. Rechazan, desconocen, minimizan y conspiran contra resultados electorales que más allá de los incidentales ganadores, evidencian su pérdida de influencia.

Lo único que no está claro, es el resultado de una polémica al interior del periodismo global, similar a la de los franciscanos y benedictinos del siglo XIV. Queda por conocer si ese espíritu franciscano que abogaba por la divulgación universal del saber, y por dejar que los vulgares aprendieran a leer y escribir, todavía mora en los amanuenses e ilustradores de nuestra era. Queda por saber si el espíritu científico del periodismo se levantará contra el papado mediático transnacional o si se sumarán a su campaña por proscribir por herejía la Era de la universalización en la producción de contenidos y la construcción colectiva de la agenda informativa.