Sábado 07 de enero de 2017

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El extraordinario pensador alemán afirmaba "Lo que heredaste de tus antepasados conquÃstalo para poseerlo", una sentencia muy apropiada para comprender que desde hace muchos siglos acaece que el individuo antes de sentir la necesidad de filosofar encuentra la filosofÃa como ocupación pública constituida y mantenida, es decir, que las mujeres y hombres son solicitados para ocuparse de ella por razones inauténticas, que significa lo que tiene de profesión alimenta a los que la difunden o enseñan; lo que tiene de prestigio u otros motivos más puros pero que tampoco son auténticos. La prueba que esos motivos son inauténticos están en que todos suponen la filosofÃa ya hecha.
Los profesionales, mujeres y hombres, aprenden y cultivan esa filosofÃa que ya está ahÃ; al aficionado le gusta porque la observa ya hecha y su figura lograda le atrae. Esto puede ser superlativamente pernicioso porque se asume el riesgo de encontrarse sumergido, casi rutinariamente, en una ocupación cuyo Ãntimo y radical sentido no se tuvo tiempo ni ocasión de descubrir.
Sucede, en casi todas las ocupaciones humanas que por estar ahÃ, las mujeres y hombres suelen adoptarlas mecánicamente y hasta entregar su vida a ellas sin que jamás se tome contacto verdadero con su radical realidad. Por lo contrario, el filósofo autentico que filosofa por intima necesidad no parte desde una filosofÃa ya hecha sino que se encuentra desde luego elaborando la suya, hasta el punto de que es su sÃntoma más cierto verle rebotar de toda filosofÃa que está ahÃ, negarla y retirarse a la terrible soledad de su propio filosofar. Cuando uno enseña una materia en la universidad, cualquiera que sea, para producir la extensión de la misma, debe filosofar, para encontrar la realidad en la profundidad donde descubrirá nuevos elementos de comprensión y análisis que generarán una evolución constante de los conocimientos de la materia, separándose constantemente de los programas preestablecidos y que se enseñan mecánicamente, produciendo el desasosiego en el estudiante y el estatismo académico en el catedrático.