Ese es el caso provocado por los que, obcecadamente y a cualquier precio, buscan eternizarse en el Gobierno, lo que es un tema trascendente: se pretende -según el propio Presidente- permanecer en el poder durante 500 años, lo que es, desde luego, una fantasÃa, especialmente cuando se sabe que los ciudadanos ya no favorecen el continuismo, como fue comprobado en las urnas en febrero de 2016. Esto muestra que el apoyo inicial que gozaba el oficialismo se va esfumando, lo que pone en apuros a sus dirigentes empeñados en esconder su temor a perder el poder. En este afán, no hay ni altruismo ni respeto por lo que piensan los ciudadanos; predomina el capricho.
Se están forzando argumentos para justificar el continuismo. Sobresale el que califica a la vigente Constitución PolÃtica del Estado como "chaleco de fuerza" que impide propósitos continuistas. Se olvida que la ley fundamental, fue impulsada y aprobada forzadamente y en medio de protestas reprimidas cruentamente en La Calancha por los mismos que ahora buscan modificarla con propósitos sectarios.
En el año pasado se han destapado los afanes de retener el poder, y que parece que seguirá en el 2017. Es que no hay muchas esperanzas de que haya cambios de conducta, puesto que es notoria la insistencia en lo ilegal, pernicioso e irresponsable. Esto ya es un desafÃo para la democracia.
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