Hace un siglo, en diciembre de 1916, morÃa el santón RasputÃn, inseparable figura del ocaso del imperio zarista y el desenlace de la Revolución de Octubre que en 1917 conmemorará cien años de la mayor utopÃa y de la mayor frustración de la humanidad en búsqueda de pan y libertad, libertad y pan.
Para describirlo sus biógrafos emplean muchos adjetivos: dictador diabólico, despiadado, feroz, cómo el hijo de campesinos analfabetos logró influir en el poderoso imperio de los Romanov. La aristocracia veÃa con recelo su capacidad de convicción y un grupo organizó su muerte, al mando del PrÃncipe Yosupov. Fue necesario dosis de cianuro para matar a un caballo, balas y dejarlo helarse en el rÃo Neva para que muera.
El caso más notable es de la rasputina surcoreana Choi Soon-sil, quien logró tener tanta influencia en la Presidenta Park Geun-hye que provocó su caÃda en medio del lodo de la corrupción millonaria y escándalos en las empresas públicas.
Choi es hija del fundador de la secta "Iglesia de la vida eterna" y convenció a la mandataria que ella era una semidiosa por encima de las leyes que rigen al resto de los mortales. Unió sus ambiciones con discursos chamanÃsticos. Los especialistas describen como una especia de "teocracia" los últimos años del gobierno coreano. Finalmente el pueblo las expulsó a las dos.
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