El sistema presidiario en Bolivia: Un engendro del mal
27 dic 2016
Por: Tomás Ávalos Ortiz
La muerte del padre de Abigaíl solamente es una punta del iceberg porque nuestro país está sumido en la injusticia institucionalizada cuyos orígenes se remontan al nacimiento de nuestra Patria y se fue agravando en los últimos tiempos como consecuencia directa de un Estado oportunista, esclerotizado e ineficiente que nunca pudo o pretendió combatir a la corrupción, tráfico de influencias, abuso de poder, prevaricato, retardación de justicia y otros males perversos, dignos de Maquiavelo en su peor espíritu.
Todos o casi todos los gobiernos violaron la Constitución Política del Estado, las Leyes y los derechos fundamentales de los individuos, creando una sociedad egoísta con grandes brechas en todos los sentidos, altamente estratificada, con pocos puntos aglutinantes y coincidentes, donde rige la Ley de la Selva (sálvese quien pueda), y se encuentra estancada, con futuro incierto en claro proceso de degradación sin valores ni principios.
La historia trágica de Bolivia, que jamás pudo consolidarse como nación (y peor ahora con la imposición de 36 pseudonaciones), plagada de saqueos, traiciones, demagogias, engaños, conspiraciones y golpes, degenerada en un pseudosocialismo en "el país de las maravillas", pero sólo para los que detentan el poder, porque el pueblo sufre en silencio, agobiado por una crisis total. No hay empleo sostenible, solamente las migajas del "socialismo del Siglo XXI".
Aunque nos dé rabia y nos duela por el maltrato inhumano de una niña que terminó en homicidio, que no asesinato, a no ser que se compruebe lo contrario, debemos respetar las Leyes por sobre todas las cosas. ¡¡¡Señores!!!: En Bolivia no existe la pena de muerte legal y nadie debe disponer de la vida, hasta del más terrible criminal, y menos de los reos que habiendo sido privados de libertad deben ser protegidos por el Estado.
Imagínense qué puede pasar con personas que no tienen dinero y un buen abogado, acusados falsamente, o simplemente porque estuvieron en el lugar equivocado en el momento errado. Pueden producirse los peores crímenes de la Humanidad.
Lamentablemente, el sistema carcelario es un engendro del mal, una escuela de pillos, otro Estado dentro de nuestro Estado, con sus leyes propias y con pésimo control institucional, en el cual se paga derecho de piso y existen todo tipo de abusos y extorsiones, entre los cuales se paga un espacio cuando el Estado debe garantizarlo. No se aseguran condiciones mínimas para la subsistencia, ni siquiera se puede hablar de vida (hacinamiento, alimentación deficiente, inseguridad y otros) y lo más importante, de la rehabilitación, es por eso que los presos vuelven a delinquir, en una espiral sin límites.
La injusticia en Bolivia está carnalmente enlazada con las últimas leyes draconianas aprobadas por el actual gobierno que violan los derechos constitucionales de los bolivianos, a saber: a defenderse en libertad, a un proceso justo, a la presunción de inocencia hasta que se demuestre la culpabilidad. El aparato judicial se convirtió en inquisitorio, primero encarcela y después juzga, cuando debería ser de manera contraria.
El sistema presidiario en Bolivia necesita una reforma estructural con cárceles modelos que garanticen el cumplimiento de las penas y todas las condiciones imprescindibles para la vida de los presos, para la garantía de su seguridad, con celdas individuales y pabellones según el delito cometido, con talleres idóneos, bibliotecas y aulas para su formación; con el empleo de un personal multidisciplinario ideal para "la rehabilitación y la reinserción de los reos a la sociedad". El control debería ser interinstitucional, con participación de la Policía, la Fiscalía, los juzgados, las defensorías, la Iglesia, los organismos internacionales y otros) para que velen por el cumplimiento de las normas. La mayor parte de la población se opone a estas garantías, no tomando en cuenta que podrían quedar en la misma situación
Y para finalizar nosotros mismos debemos cambiar, mejorar nuestras cualidades Y tenemos que decir de manera decidida: ¡No a la violencia, al maltrato, a la corrupción y a la injusticia para construir una Patria grandiosa, verdadera y justa!
(*) Autodidacta
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