Los autores subrayan una evidencia crucial. A pesar de los esfuerzos por volcar parte de nuestro comercio internacional al Atlántico, históricamente la vocación del paÃs es la de la Cuenca del PacÃfico desde que en el siglo XVI nos integramos a la economÃa mundial bajo el dominio del imperio español, en particular con las exportaciones de la plata potosina. Hasta el boom gasÃfero, nuestras exportaciones se han movido dominantemente por el PacÃfico, llegando en algún momento de la historia a representar el 85% del total. En 2015 el 98% de las exportaciones agrÃcolas, el 100% de los hidrocarburos (excepto obviamente las bilaterales a Brasil y Argentina), el 99% de la minerÃa y el 78% de las manufacturas, pasó por Chile. En cuanto a nuestras importaciones, el 83% del total pasó por Chile.
En el vÃa crucis cotidiano del uso que hacemos del "libre tránsito", el libro revela un dato estremecedor, Chile representa el 46% del total de dÃas de huelgas portuarias de entre doce paÃses latinoamericanos sumados. A esto hay que añadir el mal estado del tramo chileno de la carretera Arica-Bolivia, la inutilidad del ferrocarril Arica-La Paz que no funciona y que para hacerlo adecuadamente requiere de un completo rediseño, la deficiente infraestructura de los puertos de Arica y Antofagasta y el perjuicio adicional de la privatización de los puertos y la obligación (ilegal) de Bolivia de tener que negociar con autoridades privadas de los mismos. Añadamos, para tener el cuadro completo, la burocracia desmesurada y los costos y tiempos que demoran el tránsito de nuestros productos.
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