Jueves 13 de mayo de 2010

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Como soy una persona seria y formal, al conocer la determinación de la Central Obrera Boliviana de ir a una huelga general e indefinida y de realizar una marcha desde Caracollo hasta La Paz decidí acatarla disciplinadamente y fui a despedirme de mi comadre Macacha para comunicarle que me adhería al paro general e indefinido.
La cholita cochabambina me miró de arriba a abajo y me dijo en tono piadoso que yo había envejecido prematuramente y que no estaba obligado a cumplir disciplinadamente con el paro y la marcha pues ya había pasado de los ochenta pirulos. Sus palabras me parecieron ofensivas y le respondí con firmeza que nunca es tarde para seguir luchando por un salario justo para el trabajador.
Al ver mi decisión, Macacha resolvió acompañarme en la marcha de cien kilómetros por las avaras tierras del altiplano, no sólo para responder afirmativamente al llamado de la COB sino para ayudarme en la marcha, cuidarme, alimentarme y alentarme en esta lucha por un mejor salario.
Me metió en su casa situada en la zona Sur, cerca al Café La Tosttaza y en el sofá de su living comenzó a masajear mis "ttusus" (léase pantorrillas) para que pudiera resistir la larga caminata que nos esperaba. Luego me “milluchó” mi cara, mi cuello y mis manos con un bloqueador marca Nivea, me vistió con los zapatos y un terno que habían pertenecido a su marido (Q.E.P.D.), un chofer quillacolleño de medidas parecidas a la mías. Colocó unas gafas de sol sobre mis "chaskañawis" y me condujo hasta Oruro en mi motocicleta Hardley Davidson.