En opinión del escritor venezolano Arturo Uslar Pietri el antihéroe "es la faz opaca de la que el héroe representa en la personalidad humana". Irrumpe en la novela picaresca española del siglo XVI con características radicalmente opuestas a las del héroe. Es ingenioso, audaz y triunfador a su manera. Surge como respuesta a una situación extrema; la necesidad imperiosa de sobrevivir lo catapulta. Después de cruzar el Atlántico, los Lazarillos, los Alfaraches y los Pablos se aclimataron tranquilamente en América. Hoy se renuevan con otros gestos, pero son en esencia el mismo personaje.
El decir populista no es mala palabra; es un término nominativo que lo identifica. Su campo de acción es la política y se mueve como pez en el agua frente a las masas. Ejerce con habilidad mercantil el verbo fogoso y la actitud histriónica. Es un actor de la demagogia. En su boca se repite con frecuencia el comodín "pueblo". Es de antigua data, los hay de izquierda como de derecha; atento a la debacle de los partidos, ocupan el vacío que dejan éstos. A la democracia la utiliza como atuendo: es el lobo bajo la piel de otra apariencia. Es irresponsable en el manejo de la economía; el despilfarro y la corrupción son su talón de Aquiles.
Donald Trump- de alguna forma - tiene un poco de antihéroe y de populista; se retrató ante el potencial electorado tal como quería que lo vieran. Utilizó expresiones y actitudes inusuales en una campaña. De temperamento agresivo, señorial y desdeñoso, dejando de lado el antiguo sistema (con la clásica rivalidad entre demócratas y republicanos) se postuló como figura inédita. No es político de carrera ni observó las líneas maestras de su partido, pero un poderoso instinto populista le orientó hacia donde estaban los votos para ganar.
Dijo entre otras cosas que aceptaría el resultado siempre que él fuera el ganador. Esa postura no es desde luego democrática, más bien es de los caudillos populistas que utilizan la democracia sólo como instrumento de conquista; una vez en el poder, se revelan otra cosa. Algo de eso sucedió recientemente en Bolivia. El perdedor en el refrendo del 21 de febrero retaceó su reconocimiento al resultado y habló de un "segundo tiempo" para escamotear la voluntad popular. En EE.UU. ya no fue necesario despejar ninguna incógnita. Contra todo pronóstico, contra las estadísticas y todo, el magnate salió ungido presidente.
A pocos días de su ascenso, no deja de sorprender. Al decir de un analista francés, Philippe Roger, se perfila "una derecha dura, barnizada por un populismo retórico". El cuerpo ministerial será conformado por un grupo de magnates exitosos, en cuya lista sobresale Rex Tillersoa, relacionado con Moscú a través de intereses comerciales; él desempeñará una de las funciones más importantes de los Estados. Como se ve, la gran potencia será administrada ahora como una macroempresa, bajo la "gerencia" de un multimillonario llamado Donald Trump.
(*) Escritor, miembro del PEN Bolivia
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