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Domingo 18 de diciembre de 2016

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Cultural El Duende

Itinerario espiritual de Julio Aquiles Munguía a través de Proposofos

18 dic 2016

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El género literario de aforismos no es muy frecuente en Bolivia. Se tiene escasos autores que lograron cultivar esta corriente literaria. Un animador en este campo fue el escritor Julio Aquiles Munguía Escalante (1907-1983). La idea de crear un libro de aforismos nació en 1928 cuando el autor tenía 21 años de edad. En ese tiempo Munguía se encontraba en San Francisco. Las distintas circunstancias existenciales fueron condensadas en su cuaderno de viaje que denominó Proposofos. Según el propio autor, el término Proposofos representa: "El arte de reducir lo mucho a lo poco. Es el proceso de convertir lo voluminoso al estado más simple, sin detrimento de su contenido. Mediante esta involución, las ideas se tamizan y llegan a su más alto grado de expresividad".

Un año después de peregrinar por medio mundo (1929), llegó a Madrid y decidió publicar Proposofos. "Pero ahí empezó mi calvario de publicista, que es el calvario de todos los escritores noveles", se lamenta Munguía. Una vez reunido todos los adagios "me encerré meses en mi cuarto estudiantil, ubicado en la calle Goya". Todas sus impresiones fueron transcritas y seleccionadas "al extremo que parecía un benedictino dedicado a la meditación y suplicio [?]. Con gran algarabía mía, las cuartillas tomaron la forma de un libro en embrión". Al terminar de ordenar cada línea de Proposofos "le puse su forro, le dibujé su carátula, y poniéndomelo bajo el brazo me fui a recorrer imprentas y editoriales, pensando en mis futuros éxitos", relata Julio Aquiles Munguía. Fueron varios días que anduvo por las calles madrileñas, sin obtener el resultado esperado. "Entonces pensé que quizá una recomendación podría surtir efecto", arguye Julio Aquiles. Se dirigió donde su amigo el escritor, periodista y senador vitalicio José Francos Rodríguez (1862-1931), un personaje influyente de la época. Una vez leído los originales, Rodríguez escribió una recomendación a Manuel Luis Ortega Pichardo (1888-1943), director de la Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP). Con nota en mano, Julio Aquiles se dirigió a la editora madrileña, fue recibido por el secretario que a la sazón era el Duque de Canalejas (1904-1936). Después de hacerle volver día tras día, en su última visita le dijo estas palabras el Duque: "Su libro es muy importante, podrá marcar una etapa en la historia de la literatura, pero siento manifestarle que tardaríamos muchísimo en publicarlo, por la considerable cantidad de compromisos adquiridos anteriormente". Al recibir esa magra respuesta Julio Aquiles Munguía quedó decepcionado y desconcertado. Decidió olvidarse de Proposofos, sepultándolo en su maleta de viaje.

La vida bohemia que gozó Munguía en Madrid hizo que frecuentara sagradamente a las seis de la tarde al afamado café Pombo donde intervenía de pontífice el prolífico escritor Ramón Gómez de la Serna (1888-1963). Una de esas noches el amigo de Julio Aquiles, el poeta Mariano San Ildefonso comentó a Gómez de la Serna que su amigo tenía un escrito inédito: "Me obligó a llevarlo al café, donde Ramón Gómez de la Serna leyó un capítulo en una noctámbula reunión sabatina, ante la presencia de muchos escritores jóvenes de reconocido prestigio entre los que se encontraban Enrique Jardiel Poncela (1901-1952), Antonio Espina (1894-1972), Benjamín Jarnés (1888-1949), Valentín Andrés Álvarez (1891-1982), José López Rubio (1903-1996)". Terminada la tertulia recibió felicitaciones de los asistentes y del propio Ramón Gómez de la Serna y se le ocurrió pedirle un prólogo al escritor, al cual este le respondió: "Para que tenga más mérito, el libro debería salir solitario, sin apadrinamiento alguno". Esta respuesta fue devastadora para Munguía.

No perdió la esperanza de tener un prólogo que realce al futuro escritor y se acercó al célebre José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, más conocido por su seudónimo Azorín (1873-1967), quien le respondió enfáticamente: "Varios escritores españoles jóvenes me han venido con la misma petición suya y yo les he negado, así es que si le aceptó a usted, quedaría mal con ellos". Los continuos rechazos que sufrió Julio Aquiles Munguía no amilanaron su espíritu. Se encaminó hacia la calle Gran Vía, lugar donde se situaba la redacción de la prestigiosa Revista de Occidente. Pasó en busca de su director, el filósofo y ensayista José Ortega y Gasset (1883-1955), quien le recibió sin muchas dilaciones: "Al hojear mi libro, el muy cachazudo y famoso pensador me dijo: esto es demasiado audaz, para que yo lo prologue, pero en fin, si encuentro un resquicio en mis muchos quehaceres se lo tendré listo para dentro de un mes". Al cabo de un mes volvió al reencuentro con Ortega y Gasset y este le respondió: "Vuelva dentro de tres meses, y para entonces hasta me animaría a editarlo por cuenta de la revista".

En vísperas de marcharse a Francia, Julio Aquiles Munguía pasó por la editorial Espasa-Calpe. Al revisar el texto aceptaron publicar Proposofos, pero la condicionante fue que llevara el prólogo de José Ortega y Gasset: "Dejé mis originales para que el gran filósofo hispano cumpliera su promesa. Me marché a París. Y hasta el día de hoy no he vuelto a saber más de ellos", manifiesta Munguía. Investigando este caso con los instrumentos contemporáneos se evidencia que todos los datos proporcionados por Julio Aquiles Munguía son paradójicamente ciertos.

Una década después, residiendo en Bolivia Julio Aquiles Munguía Escalante publicó Proposofos: El nuevo ideal artístico, bajo los auspicios de la editora Renacimiento, el 12 de marzo de 1940: "Después de todos estos contratiempos, hoy tengo el gusto de que esta colección de mis mejores filosofías vea la luz en mi propia tierra, en una edición corregida y aumentada, en homenaje a tiempos pasados, a deseos no colmados y a mi labor primeriza, sintetizada en este libro que lo quiero tanto y que ha caminado junto conmigo". El libro Proposofos está dividido en dos partes. A su vez tiene una subdivisión entre prosa proposofica y poesía proposofica. La primera abarca proposofos triunfales; proposofos místicos; proposofos epicúreos; proposofos elegiacos; proposofos funambulescos; proposofos psicológicos; proposofos políticos; proposofos esotéricos y proposofos múltiples; la segunda parte contiene poesía proposofica; desfile de ciudades y súper donjuanismos. Todos los aforismos suman cerca de 1.500 proposofos. Se puede anotar las siguientes sentencias:

Crítica: "Debemos mirarnos en la crítica, para saber nuestros quilates".

Experiencia: "La mejor virtud que puede poseer un joven es la experiencia de los viejos".

Meditación: "Meditando se aprende a ser libre y a conocer la verdad".

Soledad: "La soledad es propia del espíritu fuerte".

Realidad: "No ser esclavo de las pasiones, porque es profanar la razón".

Misticismo: "El misticismo, nace de la mucha humillación o del demasiado libertinaje".

Arte: "La originalidad es lo más grandioso del arte".

Placer místico: "El placer del pensador es la soledad".

Prostitución: "La prostituta no conoce el amor ni el deleite. Todo lo ha perdido por el dinero".

Ilusión: "Viviendo la ilusión, se vive más plácidamente que viviendo la realidad".

Vicio: "Vicio es el exceso de placer".

Vanidad: "La vanidad de la mujer consiste en que los hombres la miren"

Hablar: "Hablar es fácil, pensar es difícil. Mover la lengua es oficio de cualquier animal".

Dinero: "El dinero es el lubricante que mueve a la humanidad".

Profanos: "Las religiones son convencionalismos que la humanidad se ha creado, para vivir temiendo a alguien y no extralimitarse en sus atribuciones bestiales".

Deseo: "No hay nada más nocivo para la salud de un hombre que desear todas las mujeres y no poseer una".

Ironías: "La superabundancia de autoridad aniquila el poder".

Ideas: "Es muy necesario de vez en cuando salir de las ideas en que uno se empecina y acatar otras nuevas".

Pueblos: "Cuanto más ignorante es un pueblo, es más servil".

Mujer: "Ante la mujer bella cualquier cartera se abre".

La recepción académica del libro Proposofos fue favorable en la década de los años cuarenta. El escritor argentino Arturo Capdevilla (1889-1967) enfatizó la labor de Munguía: "Bajo el extraño título de Proposofos realiza usted una extraordinaria labor de siembra. Nunca he visto sembrador más rico que usted". La Prensa de Buenos Aires reseño el libro: "Proposofos reúne elementos de apreciable valor como producto de propia observación, adentrándose en el espíritu filosófico de la vida, sobre la base de lo que ésta ha presentado a la vista de un viajero que no viaja sólo por el placer de hacerlo, sino con el ánimo de reunir impresiones para entregarlas algún día a sus lectores". Los comentarios en Bolivia fueron hechas por el ensayista Daniel Pérez Velasco quien indicó: "Impresiones comprimidas de aquellos viajes, forman su gran libro denominado Proposofos. Este bello libro informa la concreción de una gran filosofía. Explotando el fragmentarismo y el comprimido de la idea, llega en él a tocar los redaños más íntimos del espíritu", entre otros.

La gloria efímera del escritor Julio Aquiles Munguía se atenuó con el pasar del tiempo. A pesar que desde el punto de vista literario posee un aporte significativo y curioso a las letras no logró impresionar a las futuras generaciones. A 75 años de la aparición del libro Proposofos, tanto el autor, como sus escritos, pasaron al sitial de la indiferencia. Destino insospechado por el propio Munguía, quien esperanzadoramente escribía: "Espero que sabrán hablar de sobra a vuestro espíritu estas mil y tantas filosofías, porque representan la síntesis de un alma de visionario y la esencia de una vida errabunda e inquieta".

Freddy Zárate. La Paz. Escritor

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