Aftas bucales

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Las aftas son úlceras o llagas que pueden surgir en cualquier punto de la cavidad oral, son lesiones redondas u ovaladas, blancuzcas (a veces amarillentas), poco profundas y limpias, es decir, no presentan pus, bacterias u otras señales de infección. Pueden ser únicas o múltiples, pequeñas o grandes.

Estas lesiones son las más frecuentes en la mucosa bucal, con una prevalencia entre el 5 y 80% de la población, se presenta con gran frecuencia entre niños y adolescentes, especialmente entre los 10 y 19 años de edad, y tienden a disminuir su incidencia con el paso de los años.

También se producen por: alteraciones hormonales durante el ciclo menstrual, deficiencias nutricionales de vitaminas y minerales (vitamina B12, vitamina C, zinc, hierro y ácido fólico), fármacos (antiinflamatorios, Rapamicinas, Metotrexate, Aspirina y Atenolol), enfermedades autoinmunes, alteraciones sanguíneas, inmunodeficiencias (la principal el VIH).

Según sus manifestaciones clínicas, localización, forma y tamaño, se pueden diferenciar tres tipos de aftas:

1) Aftas menores: Son pequeñas úlceras que normalmente se localizan en las zonas blandas de la mucosa bucal. Podemos encontrar entre 1 y 5 lesiones normalmente, cuyo diámetro no suele superar los 10 milímetros. Son las más frecuentes (80%) y se suelen curar en 6-14 días sin dejar secuelas.

2) Aftas mayores: Aparecen aisladas, generalmente en labios, lengua, faringe, paladar y zona interna de las mejillas. Su tamaño es superior a 10 milímetros y son más profundas que las aftas menores. Son menos frecuentes (10%) y suelen ser más persistentes, pueden tardar en curarse hasta 6 semanas y a menudo dejan cicatriz.

3) Herpetiforme: Normalmente aparecen como múltiples lesiones vesiculares en forma de racimo (entre 10 y 100), repartidas por toda la boca, el tamaño no suele supera los 3 milímetros pero a menudo se unen formando úlceras mayores, es una forma poco frecuente (10%).

Las aftas pueden ser recurrentes, pero podemos prevenir su aparición o reducir su frecuencia, teniendo buena hidratación de la mucosa oral, durmiendo de seis a ocho horas diarias, siguiendo una dieta equilibrada, evitando el exceso de alimentos ácidos, picantes o muy calientes, cambiando el cepillo dental cada tres meses y asistiendo a controles periódicos con el odontólogo.