En el recordatorio sobre las relaciones entre nuestro país y el de Estados Unidos, hay que retroceder a septiembre del año 2008, cuando el Mandatario boliviano, decidió la expulsión del Embajador estadounidense Philip Goldberg acusándolo de conspiración contra el Estado Nacional, como era de esperar Washington de manera inmediata respondió con el retiro del Embajador boliviano Gustavo Guzmán, con lo que las relaciones entre el Palacio Quemado y la Casa Blanca quedaron fracturadas, por así decirlo, con las posibilidades de reiniciar algún momento los vínculos diplomáticos, primero y los comerciales luego.
Pero transcurren ocho años desde ese problema y en el recuento de opciones, hay que reconocer que no han existido señales concretas del gobierno del Norte para avanzar en una posible normalización de relaciones. Nuestro gobierno, en varias ocasiones mencionó algunas alternativas para romper el hielo con EE.UU. y planteó vía cancillería la posibilidad de un encuentro con el presidente Barack Obama, situación de la que se comentó en Washington pero que no prosperó.
Si hay algo que se siente, aunque se minimiza su efecto, es el corte que hizo la administración norteamericana de su sistema de preferencias arancelarias, que favorecía a nuestro país en la exportación (sin aranceles) de rubros especiales que tenían amplio mercado en el país del Norte y que no funcionaron más desde el incidente diplomático del 2008.
Bolivia buscó mercados alternos para suplir la caída de exportaciones a EE.UU. lamentablemente ninguno pudo reemplazar el volumen y el flujo económico que existía en ese comercio de nuestros productos. Se habló de Venezuela y se enviaron partidas de los productos que antes se vendían en buena cantidad al comercio Norte, por lo que se sabe, Venezuela aún tiene cuentas pendientes con nuestros industriales exportadores. Otros mercados resultaron muy eventuales.
El tiempo avanza inexorable y el Presidente Obama concluirá su mandato el mes de enero, resultando imposible que pueda atender compromisos de orden diplomático, por tanto nuestras relaciones con el país del Norte quedarán en suspenso hasta después del ascenso de Donald Trump a la presidencia de su país. Se entiende que no hay fecha probable para que el nuevo administrador de la Casa Blanca, quiera hablar con el representante del Palacio Quemado de Bolivia.
Lo que se menciona en medios de la diplomacia boliviana, es la intención del Presidente Morales de allanar la ruta para establecer un escenario de diálogo futuro con la nueva autoridad, arguyendo que "la política de su gobierno es mantener relaciones con todos los países del mundo". Es de esperar que míster Trump, quiera entenderlo de ese modo.
No están absolutamente rotas las relaciones, pues se mantiene un vínculo de orden mínimamente diplomático, con la representación de un "encargado de negocios" del país del Norte y una parecida representación nacional para casos de "cierta necesidad", por lo mismo, se reveló que una representación boliviana buscará con autoridades del Departamento de Migración de EE.UU., un encuentro amigable para conocer las reformas que aplicará a su administración Donald Trump.
La intención puede ser interesante, pero parece que el procedimiento está lejos de alcanzar objetivos que se relacionen exclusivamente con el interés sobre materia migratoria que consulta nuestro Gobierno, tratándose de un asunto que tiene mucha relevancia en la política general del nuevo administrador de la Casa Blanca.
Fuente: LA PATRIA
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