Lunes 12 de diciembre de 2016
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Cuando se analiza y hasta investiga la situación de los derechos humanos en Bolivia, debe considerarse básicamente que se ha producido un cambio profundo; asintiendo que cientos de miles de personas han sido integradas debido a la política de Estado de la inclusión, aspecto de inexcusable valoración que sitúa a nuestro país en un liderazgo en la preservación de la igualdad y la tacita incorporación con derechos plenos de los desposeídos y olvidados.
Es necesario, en un mundo globalizado y caracterizado por los conflictos de diversa índole, como la situación de los refugiados en Europa, para citar uno de ellos, que estos derechos humanos, deben contemplarse con una visión diferente y nueva. Así se estima que este proceso de inclusión requiere de una compenetración del resto de la población que no ha sufrido este cruel ostracismo, que significa exclusión de alguien de un grupo humano, en su propio país, usando la retórica de la paradoja.
Sin embargo de este indubitable adelanto en los derechos humanos en nuestro país, persiste la discriminación y el racismo disimulados, que es la acción íntima de la persona de no aceptar a su prójimo por reticencias raciales o por elementos subjetivos de presunta superioridad, que en muchos casos puede decantar en la violencia. Bolivia como país precursor de este cardinal proceso debe continuar con la búsqueda del consenso fundamental de los derechos humanos y no permitir que estas desviaciones en este esfuerzo notable de lograr la igualdad para todos sin excepción, crezca.