Jueves 08 de diciembre de 2016
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Editorial y opiniones
Incierto futuro de la normalización de las relaciones cubano - estadounidenses
08 dic 2016
Marcelo Ostria Trigo
Terminado el pesar de unos y el regocijo de otros por la muerte de Fidel Castro, se especula sobre el futuro de la polÃtica cubana. Esta tarea no es fácil, pues el rÃgido hermetismo del régimen impide atisbar lo que está por venir; especialmente si se trata del proceso de normalización de las relaciones de Cuba con Estados Unidos.
Se hubiera pensado que la apertura acordada por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro podrÃa ampliarse más con la desaparición de Fidel Castro, quien, por su aversión a Estados Unidos, no habrÃa deseado que este proceso avance tanto como para abrir la economÃa y respetar los derechos humanos. Para el desaparecido lÃder, lo fundamental fue pese a que habÃa dicho que "el modelo cubano ya no funciona, ni siguiera para nosotros" que se preserve el sistema, que no haya libertad de prensa, no se convoque a elecciones multipartidarias, ni se restablezcan las libertades democráticas.
La elección del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha despertado inquietud en quienes propician la continuidad y aun el aceleramiento del deshielo cubano-estadounidense. Esta preocupación se acrecentó con la declaración del presidente electo, de que Fidel Castro fue "un brutal dictador que oprimió a su propio pueblo por cerca de seis décadas". Luego, reiteró que pondrá condiciones para un acercamiento cubano estadounidense. Cuando se encontraron los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, el cubano fue explÃcito: la normalización no significa que Cuba abandonará el socialismo; éste aseguró no será cambiado. Es más, demandó el fin del embargo y el retiro de la base militar de Estados Unidos de Guantánamo; dos exigencias que el presidente Obama no pudo atender, pues hubo y hay oposición en el Congreso de su paÃs y en otros sectores influyentes en la polÃtica exterior de Washington. Esto indica que es improbable que el presidente Trump se avenga a proponer al Congreso, pues un cambio en este asunto depende de los congresistas el fin del embargo a Cuba y mucho menos el retiro norteamericano de Guantánamo. Tampoco es probable que Raúl Castro abandone las exigencias que seguramente provenÃan de su hermano Fidel y de la dura ´nomenklatura´ de La Habana.