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Lunes, 3 de octubre (sin año)
Nelson, mi amor, el sábado recibà tu carta cuando volvÃa de dar un largo paseo en coche, y me sentà muy complacida con los recortes que adjuntabas. Lo malo, cariño, es que tengo un serio problema y creo que deberÃa escribir al consultorio sentimental de un semanario para mujeres: "Querido consultorio, hace un par de años me enamoré de un simpático joven de Chicago, un pobre muchacho que no andaba bien de la cabeza. De la noche a la mañana se ha convertido en un hombre que tiene un gran éxito internacional, es millonario, lo comparan incluso con Dostoievsky. ¿Qué debo hacer para no perder su amor? ¿Acaso tendré que olvidarlo?". Tengo un poco de miedo, ya lo ves, y tu última carta era bastante corta y se te notaba muy atareado; puede que te gane el orgullo y que ya no me escribas más. De todos modos, de momento, mientras se supone que aún me quieres, has de saber que me alegra todo lo que a ti te alegre. ¡Oh, Nelson! Soy muy feliz cada vez que te pasa algo bueno; eres un encanto cuando estás contento, querido mÃo.
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Veo una hermosa luna sobre el mar, una luna que poco a poco se acerca a ti; dentro de cinco horas estará en Chicago. ¡Cómo me gustarÃa viajar de la mano de la luna por el cielo plateado! Esta noche estoy triste, estoy más triste que una rata. Me da miedo volver a la Bucherie, me da miedo que tu fantasma me esté esperando allÃ. Todas las noches tengo pesadillas. Recuerdo que una vez, en aquellas charlas que a veces tenÃamos a oscuras, en la cama, te quedaste asombrado porque te dije que la vida no me resultaba nada llevadera. "Pues yo pensé que tu vida era bastante fácil", dijiste. Y a mà me asombró oÃrte decir tal cosa. Bueno, pues debo decirte, la verdad, que no es nada fácil. Te anhelo de dÃa y te anhelo de noche, no es nada fácil estar tan lejos de ti, quererte tanto, y ni siquiera tiene sentido decÃrtelo una vez más.
Sigue si pasar nada digno de mención. Recibà una cartita de Bost; me cuenta que Olga casi está recuperada, parece que ya no está enferma, asà que le permitirán actuar en escena quizá en primavera: para ella será maravilloso, y para él también. Tiene muchas ganas de ir a Estados Unidos, pero dice que Escipión no irá. Su novia no quiere permitÃrselo; una de dos, o ella va también (imposible), o él se tendrá que quedar. Bost dice que Escipión no tiene ni idea de lo terca que puede llegar a ser, pero lo es, asà que ya se enterará.
El sábado, en la alta montaña que hay lejos de la costa, fue espléndido, a pesar de que habÃa mucha niebla en la cima y nos impidió ver el paisaje, pero fue grato encontrar pinares y prados frescos tan cerca del mar azul. Guille fue muy agradable; me gustaron sus hijos. Vino con los dos mayores, una niña y un niño muy rubios y muy gratos de ver. Siempre se me hace difÃcil ver que los niños pueden ser muy infantiles y muy adultos al mismo tiempo.
El jueves vuelvo a ParÃs en avión. EscrÃbeme, oh, Dostoievsky del brazo de oro, el de Division Street. Tengo muchÃsimas ganas de saber de ti: cuéntame qué fue de la japonesita, de la mujer de Chicago, de Conroy, de la madre del monstruo, de los amigos de Gary, de librero. Cuéntame cosas de toda aquella gente que me llegó a resultar tan familiar. Y dime qué haces durante todo el dÃa. ¿Qué le está pasando a mi adorable saco de basura? No te vayas, quédate conmigo, háblame como cuando me hablabas a oscuras, como cuando me hablabas también a plena luz del dÃa. Se sigo escuchando amorosamente, te amo mucho, muchÃsimo, mi amor.
Tu Simone