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Domingo 04 de diciembre de 2016

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Cultural El Duende

Rubén Darío

04 dic 2016

Rubén Darío o Félix Rubén García Sarmiento. Metapa (hoy ciudad Darío) 1867 - León, Nicaragua, 1916. Ha publicado los poemarios: Abrojos (1887), Rimas (1887), Azul.... (1888), Canto épico a las glorias de Chile (1887), Primeras notas (1888), Prosas profanas y otros poemas. Buenos Aires (1896), Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas. Madrid (1905), Oda a Mitre (1906), El canto errante (1907), Poema del otoño y otros poemas (1910), Canto a la Argentina y otros poemas (1914) y Lira póstuma (1919).

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Un soneto a Cervantes

Horas de pesadumbre y de tristeza 

paso en mi soledad. Pero Cervantes 

es buen amigo. Endulza mis instantes 

ásperos, y reposa mi cabeza. 

�l es la vida y la naturaleza, 

regala un yelmo de oros y diamantes 

a mis sueños errantes. 

Es para mí: suspira, ríe y reza. 

Cristiano y amoroso y caballero 

parla como un arroyo cristalino. 

¡Así le admiro y quiero, 

viendo cómo el destino 

hace que regocije al mundo entero 

la tristeza inmortal de ser divino!

Que el amor no admite cuerdas reflexiones

Señora, Amor es violento, 

y cuando nos transfigura 

nos enciende el pensamiento / la locura. 

No pidas paz a mis brazos 

que a los tuyos tienen presos: 

son de guerra mis abrazos 

y son de incendio mis besos; 

y sería vano intento 

el tornar mi mente obscura 

si me enciende el pensamiento / la locura. 

Clara está la mente mía 

de llamas de amor, señora, 

como la tienda del día 

o el palacio de la aurora. 

Y el perfume de tu ungüento 

te persigue mi ventura, 

y me enciende el pensamiento / la locura. 

Mi gozo tu paladar 

rico panal conceptúa, 

como en el santo Cantar: 

Mel et lac sub lingua tua. 

La delicia de tu aliento 

en tan fino vaso apura, 

y me enciende el pensamiento / la locura.

Responso a Verlaine

Padre y maestro mágico, liróforo celeste 

que al instrumento olímpico y a la siringa agreste 

diste tu acento encantador; 

¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste 

hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste, 

¡al son del sistro y del tambor! 

Que tu sepulcro cubra de flores Primavera, 

que se humedezca el áspero hocico de la fiera 

de amor si pasa por allí; 

que el fúnebre recinto visite Pan bicorne; 

que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne 

y de claveles de rubí. 

Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo, 

ahuyenten la negrura del pájaro protervo 

el dulce canto de cristal 

que Filomela vierta sobre tus tristes huesos, 

o la armonía dulce de risas y de besos 

de culto oculto y florestal. 

Que púberes canéforas te ofrenden el acanto, 

que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto, 

sino rocío, vino, miel: 

que el pámpano allí brote, las flores de Citeres, 

¡y que se escuchen vagos suspiros de mujeres 

bajo un simbólico laurel! 

Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya, 

en amorosos días, como en Virgilio, ensaya, 

tu nombre ponga en la canción; 

y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche 

con ansias y temores entre las linfas luche, 

llena de miedo y de pasión. 

De noche, en la montaña, en la negra montaña 

de las Visiones, pase gigante sombra extraña, 

sombra de un Sátiro espectral; 

que ella al centauro adusto con su grandeza asuste; 

de una extrahumana flauta la melodía ajuste 

a la armonía sideral. 

Y huya el tropel equino por la montaña vasta; 

tu rostro de ultratumba bañe la Luna casta 

de compasiva y blanca luz; 

y el Sátiro contemple sobre un lejano monte 

una cruz que se eleve cubriendo el horizonte 

¡y un resplandor sobre la cruz!

Triste, muy tristemente

Un día estaba yo triste, muy tristemente 

viendo cómo caía el agua de una fuente. 

Era la noche dulce y argentina. Lloraba 

la noche. Suspiraba la noche. Sollozaba 

la noche. Y el crepúsculo en su suave amatista, 

diluía la lágrima de un misterioso artista. 

Y ese artista era yo, misterioso y gimiente, 

que mezclaba mi alma al chorro de la fuente.

Yo persigo una forma

Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo, 

botón de pensamiento que busca ser la rosa; 

se anuncia con un beso que en mis labios se posa 

el abrazo imposible de la Venus de Milo. 

Adornan verdes palmas el blanco peristilo; 

los astros me han predicho la visión de la Diosa; 

y en mi alma reposa la luz como reposa 

el ave de la luna sobre un lago tranquilo. 

Y no hallo sino la palabra que huye, 

la iniciación melódica que de la flauta fluye 

y la barca del sueño que en el espacio boga; 

y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente, 

el sollozo continuo del chorro de la fuente 

y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

Para tus amigos: