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Quien es radicalmente maestro no toma ninguna cosa en serio más que en relación a sus discÃpulos, ni siquiera a sà mismo.
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El atractivo del conocimiento serÃa muy pequeño si en el camino que lleva a él no hubiera que superar tanto pudor.
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Se ha contemplado mal la vida cuando no se ha visto también la mano que de manera indulgente mata.
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Quien alcanza su ideal, por ello mismo va más allá de él.
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En situaciones de paz el hombre belicoso se abalanza sobre sà mismo.
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El instinto. Cuando la casa arde, olvidamos incluso el almuerzo. SÃ: pero luego lo recuperamos sobre la ceniza.
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En la afabilidad no hay nada de odio a los hombres, pero justo por ello hay demasiado desprecio por los hombres.
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Madurez del hombre adulto: significa haber reencontrado la seriedad que de niño tenÃa al jugar.
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¿Cómo? ¿Un gran hombre? Yo veo siempre tan sólo al comediante de su propio ideal.
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Si amaestramos a nuestra conciencia, nos besa a la vez que nos muerde.
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Merced a la música gozan de sà mismas las pasiones.
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No existen fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de fenómenos.
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A menudo la sensualidad apresura el crecimiento del amor, de modo que la raÃz queda débil y es fácil de arrancar.
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También el concubinato ha sido corrompido; por el matrimonio.
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El diablo posee perspectiva amplÃsima sobre Dios, por ello se mantiene tan lejos de él. El diablo, es decir, el más antiguo amigo del conocimiento.
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Por lo que más se nos castiga es por nuestras virtudes.
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En la venganza y en el amor la venganza es más bárbara que el varón.
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Consejo en forma de enigma: "Para que el lazo no se rompa es necesario que primero lo muerdas".
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Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti.
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Lo que se hace por amor acontece siempre más allá del bien y del mal.
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El sentido de lo trágico aumenta y disminuye con la sensualidad.
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Es inhumano bendecir cuando nos han maldecido.
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La vanidad de los demás repugna a nuestro gusto tan sólo cuando repugna a nuestra vanidad.
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En el elogio hay más entrometimiento que en la censura
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Hablar mucho de sà mismo es también un medio de ocultarse.
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A nuestro instinto más fuerte, al tirano que hay dentro de nosotros, se someta no sólo nuestra razón, sino también nuestra conciencia.
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En última instancia lo que amamos es nuestro deseo, no lo deseado.
Friedrich Nietzsche.
Filósofo y poeta alemán, 1844-1900
De: "Más allá del bien y del mal"