Generalizada indisciplina ciudadana

Gran parte del malestar que afecta a la comunidad, tiene que ver con la falta de disciplina ciudadana para desarrollar las actividades diarias en un ambiente de mutua comprensión, de respeto a los derechos de las personas y de estas a las normas vigentes que son parte del ordenamiento citadino, pero que de manera generalizada son incumplidas o ignoradas por diferentes causas que son parte de un caótico modo de convivir en total incomodidad e inseguridad.

Las cosas vienen desde los niveles superiores, donde la falta de ejemplo, es un factor rutinario entre nuestras autoridades que no respetan ni hacen respetar sus propias disposiciones, de modo que la colectividad en su conjunto hace lo que puede para sortear dificultades y cumplir sus obligaciones personales, no importa cómo ni cuándo, el asunto es que hay cosas que deben realizarse tanto arriba, posiblemente en el sector medio o directamente abajo, donde las condiciones son inadmisibles para quienes soportan estoicamente el desbarajuste del desorden institucionalizado.

El comportamiento urbano es parte de una sicología ciudadana, visto el problema con ojos y sentido profesional, por lo mismo, hay que insistir en el hecho de encarar campañas dirigidas a motivar un cambio conciencial en cada vecino para que asuma su responsabilidad de servir al prójimo, valiéndose de su condición reflexiva, ante la indisciplina colectiva. No es tarea sencilla, de ningún modo, es más bien responsabilidad de titanes, tratar de reemplazar las carencias propias de las autoridades, más preocupadas en politiquería que en el bienestar de la comunidad.

Hay muchos hábitos que deben ser suprimidos pues los mismos son resultado de una práctica indebida de hechos que no son observados por las autoridades, aun existiendo normas para evitar esos desaciertos de cultura urbana que dañan al vecino y complican el barrio, la zona y alteran el buen vivir ciudadano. Aquí es donde predomina, el poco sentido de colaboración compartida, pues vecinos hay que no les importa el hecho normativo, ni el daño inferido al semejante, porque se trata de su bienestar personal, sin que valgan reglas de ninguna clase.

Frente a este hecho que lo mencionamos por enésima vez, es que nuestras autoridades, particularmente las municipales, a través de algunas de sus direcciones de servicios o unidades de promoción cultural, tomen en serio este asunto para encarar programas de educación ciudadana, insistiendo en la disciplina que debe ser parte de la responsabilidad de convivencia armónica, pero sustentado el ejemplo en medidas adecuadas que seguramente algunas tendrán que ser actualizadas para su aplicación y cumplimiento. Falta un diálogo de interculturalidad para impulsar una conciencia ciudadana, basada en el ejemplo de las autoridades y en la vigencia de disposiciones que pongan freno a la indisciplina de la colectividad en su conjunto.

Fuente: LA PATRIA