Jueves 01 de diciembre de 2016
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La sentencia bÃblica "polvo eres y en polvo te convertirás" (Génesis 3:19) nos recuerda que todos los seres humanos somos iguales, pues nacemos y morimos de la misma forma. No importa cómo haya sido nuestra vida, al morir nuestro cuerpo se corrompe y termina por deshacerse.
AsÃ, nuestra humanidad nos iguala y cualquier pretensión de superioridad o inferioridad no tiene asidero. La evidencia cientÃfica respalda esa igualdad de inicio y fin peroÂ? ¿hasta qué punto es evidente?
Todos nacemos y morimos de la misma forma pero no todos quedan en la memoria colectiva. A lo largo de la historia existieron personas cuyas acciones las hicieron memorables y por ello las recordamos pese al paso del tiempo. Y de esos existieron muchos: desde los guerreros como Alejandro Magno, Julio César y Simón BolÃvar hasta humanistas de la talla de Buda, Gandhi o el mismo Jesucristo.
Pasar a la historia no es sencillo porque incluso en las gestas colectivas unos brillan más que otros. En las campañas militares participan muchos pero pocos son los que ganan la gloria, la inmortalidad de ser recordados incluso más allá de la muerte.
Tampoco se pasa a la historia sólo por acciones grandiosas. Muchas de las figuras más conocidas lo son por sus atrocidades, por haber matado a gran cantidad de personas o haberles causado sufrimiento. En esa lista figuran, como ejemplo, Nerón, a quien se acusa de haber incendiado Roma; Adolf Hitler, culpado por la muerte de millones de judÃos, o Vlad Tepes cuya crueldad dio origen al mito de Drácula.