Lunes 28 de noviembre de 2016
ver hoy
Los jóvenes de hoy filosofan incansablemente, pero lo hacen porque consideran que el joven no debe esperar para filosofar hasta que los viejos se cansen de filosofar, ya que identifican que todos sus problemas son originados por el alma que morigera la estructura de la razón y el entendimiento y se emocionan internamente porque filosofar es proporcionar cuidados al alma, es decir, creer que la hora de filosofar ha llegado o que ya ha pasado equivaldría a afirmar que la hora de desear felicidad aún no ha venido o, peor, que no existe.
Saben los jóvenes, mujeres y hombres, en la fase de adolescencia que no encontrarán todavía calma en el ánimo y la luz resplandeciente en el espíritu, porque la tranquilidad del alma no puede ser alcanzada sino por el descubrimiento de la vocación o inclinación efectiva a un oficio o profesión, en casi total conformidad con la trilogía alma, razón y entendimiento; cúspide deseada que solo la conseguirán en constantes cogitaciones, las cuales, después de ese esfuerzo intelectual de todos los días le proporcionará la luz de seguridad para tomar la decisión cierta que es la única capaz de hacer desaparecer las causas de temores a desarrollar sus propias capacidades adormiladas, miedos a los emprendimientos intelectuales o manuales, y turbaciones internas generadas por la complejidad de existir; antes de ese esfuerzo, no.