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Invitado


Domingo 20 de noviembre de 2016

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Cultural El Duende

Rodolfo Hinostroza

20 nov 2016

Rodolfo Hinostroza (Lima, 1941 - 2016) Poeta. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Consejero del Lobo (1965), Contranatura (1971), Poemas Reunidos (1986), Memorial de Casa Grande (2005) y Nudo Borromeo y otros poemas perdidos y encontrados (2008)

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Escena prima

La cadenza

en el fondo del jardín

caballeros laberínticos

la mano que deja caer

la mierda se llena de rocío

has escuchado

este mismo canto en tu infancia

llamados en los largos corredores

I love you I hate you

la avidez de la boca me ahoga

Quiero Quiero Quiero

morder despedazar devorar

apoderarse del cuepo de un dios

Ser un Dios

& el flipping down

sobre el diseño de la alfombra

Quién soy yo

Qué es lo que he comido

Hay un vómito

que se prepara hace milenios

debo escupir algo

que tal vez soy yo mismo

remontando los ríos con la boca

tocando a fuente del desprecio

Eres una mierda

te niego / te arrojo

No existes más

Has existido en sueños

los velos de muselina

acariciaron tu rostro

viviste contemplando

un abrazo perfecto

deforme como tú

y te irás sin saber sin entender

que ese sonido metálico clang

en las entrañas

limitando minuciosamente

tu cuerpo / con odio

My Heart my heart my heart

Why have you left me alone

bajo LSD 25

Pánico

la conciencia del abismo

(v. Pascal)

y la espalda de un hombre que se aleja

Tanto penar para morirse uno

He sufrido por mi padre

he sufrido por mi madre he

sufrido por mí

y quieren que siga sufriendo

He comido algo malo

debo expulsarlo de mi cuerpo

Lo que es malo para mí

es tal vez bueno para ti

Lo que es malo adentro

tal vez es bueno afuera

Tal vez arrojar mi mierda sea bueno

y al contacto del aire - - -

Qué hay afuera

Guerrino Meschino

El Caballero de la Rosa

El que atraviesa 7 mares 40 desiertos

El que pierde la flor

El niño que persigue a su madre en el

patio cuadrado

con un vaso de noche en la mano

Dime dime que es la más bella

Dime que es la más grande

Dime que soy bueno

Dime que me amas

Ne me quittes pas

Has expuesto tu cuerpo

tembloroso a miradas

y caricias que no han llegado jamás

Tu cuerpo no es un jardín

Todo lo que está herido hiede

Todo lo incompleto hiede

El hedor es terror

I hate you

Tu memoria deja trazos

incandescentes en las letras

Vuelve a mirar lo que has visto

Padre

Lima arde arden

Madre

Qué has visto a 12° Sur

cuando el perezoso sol atravesaba

el Equinoccio de Primavera?

Relato de Otelo

¡Sí, te amo! Y cuando no te amo

vuelve otra vez el Caos

Shakespeare

Cierta vez, en Aleppo,

sí, fue en Aleppo donde

me desgracié con ese turco circunciso:

le ceñí con sus propias babas,

y su lengua morada escupió las

plegarias, y así

salvé mi vida. Esta vida

que tan poco valía,

y que hoy pesa en tus / manos

como un cofre de ébano. Signorina.

Aunque yo caigo

tumbado sobre un sueño de paz

roto por las matracas de la guerra,

nada se habrá perdido

si es que no te he perdido

Aunque yo caiga sobre los amargos

tablones del recuerdo,

y recoja el final de la experiencia,

y encuentre que sólo es un ave

mojada

y el término y sentido

de este viaje se extravíen

como arras oxidadas de algo

que no ocurrió, nada se habrá perdido

si he logrado hacerme amar por ti.

"¡Moro! ¡Por quién has combatido!".

"¡Moro!

¡Para qué has combatido!",

me gritaron los jinetes ociosos

viéndome hablar contigo.

Y en verdad, Signorina,

después de este

feroz ascenso de flecha malherida,

he vuelto la cabeza

para ver quién servía,

y no he encontrado a nadie.

Pero os tuyos

escupen a escondidas cuando paso,

y los míos me niegan, y ese

callado

impulso de grandeza

que me arrancó de esclavos y galeras

ha cesado, y es como si de pronto,

en la alta noche

el rumor de la mar cesara,

despertándonos,

y el helado temor y la premonición

trepasen la garganta como / arañas.

Hacia Chipre, una vez,

un insolente rubio me dijo

que yo apestaba a rata. No pude sino

herirlo

y entonces me arrojaron del barco,

y quedé solo otra vez,

por mi olor, por mi piel,

por esta mirada que ahuyenta a los

búhos. Y quedé

solo

después de haber contado

una penosa historia

de brutalidad y miseria,

de espantos y gargajos, y de una avidez de

amor

arriba de la piel, debajo de la piel

tensa como un tatuaje, Signorina

Adolescente que despierta

Una deliberación del ala

y la tormenta es lo que cae cuando

la agria balandronada

de los sueños se pega al paladar

y el muchacho despierta en la mañana

penetrando el espejo con un grito.

La estridencia que acecha

en la materia de los violoncellos,

el enemigo bosque

turgente como una curva embreada,

someten bruscamente

su furor y su régimen.

Y el muchacho despierta en el silencio

tatuado por el vuelo de un mosquito

y el terror se evapora con el sol

que empuja levemente al aire perezoso.

No ha crujido la rama ni se ha partido el

trueno

y el burro blanco rumia

bajo el sol de noviembre. No habrá noche

esta vez,

ni el sol tirará de sus redes

llevándose este suave calor a las

sentinas.

Y el zumbido infinito de la queresa, indica

que el tiempo no transcurre.

(Esta misma mañana podría suceder

toda una historia de gorriones

y de bárbaros, un confuso ajedrez

de mil mundos guerreando

sobre la palma de una mano, un mismo

verbo

gimiendo y levantándose

como un licor amargo

en los zócalos de las ciudades. Aquí

sólo el silencio es música;

y las leyes del cielo tiran inasibles

plomadas

de inmensas catedrales.

El tiempo avanza y vuelve

a retroceder como una pulsación,

y hay algo de paz y levedad en el

conejo,

y ese musgo que crece

sobre los yesos apagados y húmedos.)

No habrá más noche ni lloverá de noche,

y toda el agua cabe en una espumadera,

y el muchacho

ha de lavar su cuerpo

con ese jabón áspero, bajo esa luna

transparente,

comida por el sol, casi

un trapecio de niebla.

Huele a escorzonera y la piel de conejo.

Crecen

y caen reyes en las aguas del tiempo detenido.

No volverá a dejarnos

la luz del sol en ese frágil burladero

del sueño, que convoca

las furias y las penas.

Para tus amigos: