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Domingo 20 de noviembre de 2016

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Cultural El Duende

"No hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana"

20 nov 2016

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Todos conocen al palpitante novelista y dulce poeta que fue José María Arguedas; muchos, seguramente, tienen noticia de su fecunda labor como etnólogo y antropólogo en la universidad y en el Museo Nacional de Cultura.

Pero quizá sólo unos pocos saben de su interés por los estudios lingüísticos y de los trabajos que ha dejado dispersos en revistas.

Y es que Arguedas, además de creador notable, fue también un investigador universitario en permanente ejercicio de la docencia, un maestro de vocación profunda.

Con sus alumnos en el aula de la universidad o rodeado de escritores en la intimidad de la vida hogareña, Arguedas estuvo compartiendo siempre, con bondad y desprendimiento, con pasión y sabiduría, los conocimientos de su cultura quechua.

Nunca cesó de propagar sus cantos y sus mitos, su historia extraordinaria y sus leyendas. Vio en el Perú una fuente infinita para la creación.

"No. No hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana", dijo conmovido en ocasión de recibir el premio "Inca Garcilaso de la Vega".

Y en otro párrafo de aquel memorable discurso se autodefinió con energía:

"No, no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz, hablo en cristiano y en indio, en español y en quechua".

Joaquín de Montezuma de Carvalho, el agudo escritor portugués, ha observado que en África "existen blancos que son más africanos que los africanos. No interesa -dice- el color de la piel. Interesa el color de cultura que se vive".

Y Arguedas, mestizo de sangre y de piel, vivió y murió en indígena.

Nadie conoció y amó tan desde adentro al pueblo quechua como él, nadie como él se pasó la vida entera estremecido, llenándose de asombro el corazón cada día por su país escarpado, tiernísimo, abismal y fascinante, formidablemente mágico:

"Patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien -sentenciaba Arguedas- resulta escandaloso".

La obra narrativa de Arguedas ofrece un rico material para el análisis lingüístico. Recordemos que hasta los ocho años, según decía, no habló otra lengua que el quechua y que a partir de esa edad recién adquiere conocimiento del español.

De allí que hallemos en su prosa la sintaxis quechua dentro del castellano, en una pelea con la lengua -como él mismo confesara- verdaderamente infernal, pelea de la que Arguedas salió airoso, robusteciendo la lengua española y dotándola de una bella vitalidad expresiva, realmente singular entre los narradores latinoamericanos.

Es hermoso y es justo que la Biblioteca del Centro Lingüístico de Yanaricocha lleve su nombre.

Es hermoso que se le recuerde junto a aquel lago sumergido en sueño, donde las plantas, los peces y los pájaros se confunden en un prodigioso vuelo de colores.

Un homenaje apropiado porque, de este modo, se familiarizan con su nombre los jóvenes lectores, sintiéndose convidados a conocer la lección ejemplar de su amor por el Perú y a respirar el hálito vivificador de su obra incomparable.

Arturo Corcuera.

Poeta peruano, 1935.

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