La escasez del agua potable y sus agravantes en las ciudades y el campo ocupan los titulares de la prensa nacional; no obstante esta crisis estructural ambiental es asumida, por unos, cual una mala gestión por quienes administran el agua y que conviene interpelarlos o destituirlos; para otros, la solución radicaría en comprar tanques de agua de mayor capacidad y retener el agua y; para los demás, como si se tratara de una noticia más del día, contexto en el que las palabras "racionalizar el agua", "no derrochar en carnavales", "el agua es vida", "tomar conciencia" ya no tienen sentido. En realidad, en todo esto hay algo de disfuncionalidad narcotizante; es decir, que mucho hablamos y poco pensamos.
El hombre dotado de una racionalidad, pero de una racionalidad instrumental, ha ido sometiendo desde un principio y sistemáticamente a la naturaleza como si fuese su principal enemiga. Hoy es imperativo (aprender a) pensar el mundo a partir de la escasez del agua como el elemento primero (arjé) de todas las cosas, porque es el agua, como decía Tales, la fuente de la que todo proviene «a partir del cual todas las cosas existen y llegan por primera vez al ser».
Desde una conciencia ingenua podríamos intentar retener el agua en un tanque de mil litros, podríamos perforar aquí y allá, decretar o tener un ministerio, pero su naturaleza es fluir. También es cierto que todo desarrollo, en tanto se habla de sociedades altamente industrializadas o como el nuestro, conlleva agotar y contaminar el agua, así se tiene como ejemplo que las aguas tóxicas que emanan las más de las 300 minas, sobre todo de Huanuni, y confluyen en el lago Poopó, evidencian sus agravantes en el ecosistema.
Aprender a pensar desde la escasez del agua es, al menos, considerar sobre aquella unidad esencial plena entre hombre-naturaleza sostenida por Marx, como "la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo consumado del hombre y el humanismo consumado de la naturaleza"; o sobre aquellas palabras del Jefe Piel Roja, Seattle, dirigida al Presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, a propósito de comprar sus tierras: "¿Cómo se puede comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? No somos dueños de la frescura del aire ni del brillo del agua (?) El agua centellante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados? El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed? los ríos son nuestros hermanos y hermanos de ustedes; deberán en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que darían a cualquier hermano".
Pensar así son indicios del aprender a pensar desde nuestra naturaleza y cultura, pues somos naturaleza. El pensar en tono al agua con alma de místico pero también con sudor de científico cuestionará las facturas de cualquier sistema que administra el agua como si la naturaleza les perteneciera.
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