Con el triunfo de Donald Trump, como futuro presidente de Estados Unidos de Norteamérica, se han abierto diversas interpretaciones en torno a su rol como presidente y su polémica personalidad. Al respecto, esto es, la importancia de la personalidad en la política, el profesor italiano Giovanni Sartori nos dice que "una característica de la personalidad no es una característica del sistema". En efecto, pero se sabe también cómo la incidencia de las personalidades, el estilo, en las decisiones públicas adoptan una particular importancia a la hora de producirse.
Con todo, Trump, el futuro presidente norteamericano, ha sido presentado en su faceta más atrabiliaria y extravagante que, cuando menos, parece dejar en el pueblo americano una gruesa estela de incertidumbres y sensaciones de miedo sobre el futuro y los controles a su personalidad que bien pueden explicarse a partir de metáforas. Así, durante el último trecho del proceso electoral el presidente Obama señalaba en un mensaje que "No importa lo que pase, el sol siempre saldrá por la mañana" cuya diferencia -por exceso- nos recuerda ese otro mensaje, con dejo performativo, del vicepresidente Alvaro García en Bolivia, que días antes del Referendo del 21 de febrero, en su frenética campaña por el Sí a la repostulación sentenciaba apocalípticamente que si ganaba el NO a Evo Morales "el sol se va esconder y la luna se va escapar y todo será tristeza" las tinieblas serían el resultado.
Esas dos alusiones al astro sol y al mañana, en tanto futuro, coincidentes solo en eso, es decir, en tanto astro sol y el futuro como lo contingente, muestran un claro reverso connotativo y diferente; y en su radicalidad, perfectamente contradictorios y contrarios entre sí, expresan dos visiones sobre prácticas democráticas y dos personalidades que ponen de manifiesto el grado de institucionalidad estatal que cada uno de los mandatarios percibe.
Así, por ejemplo, para Álvaro García, el brillo del sol y la luna y el futuro dependen sólo de una inexorable variable explicativa, independiente de la existencia institucional y de la propia voluntad soberana: Evo Morales. ?l sería algo como una síntesis de lo múltiple de la vida social. Sin él en el poder, Álvaro García y los suyos se sentirían desolados y tristes. Se apagaría la institucionalidad, sin Evo no existiría, ?l es la institucionalidad, al final se trataría de un princeps legibus solutus, un rey libre de ataduras legales. En la mirada del cientista social Giovanni Sartori, alguien así estaría por encima de cualquier sistema de control, exista o no. Y García parece ver el final de su mandato como amenaza, pues, no les quedaría otra que volver donde no quieren, al pueblo, al llano, en eso puede consistir su resistencia a dejar el cargo pues lo sienten como de su propiedad.
Distinta la mirada de Barack Obama, que con todo el poder que involucra ser mandatario de una de las potencias más grandes del planeta, comunica la noche electoral del martes, en tono optimista, casi humilde y positivo que: pese a todo, a unas elecciones agotadoras, estresantes y divisivas todos saldrán ganando y lo que no es nuevo, "el sol saldrá como siempre cada mañana" una suerte de apuesta al futuro a la institucionalidad social y democrática, percepción de que el poder personal tiene límites y responde, a una cultura política democrática en el que se asume la existencia de controles institucionales a las tentaciones del posible autócrata que, como se sabe, esa personalidad y tipo de poder se siente sin contención institucional..
Con todo, aquí en Bolivia el 22 de Febrero el sol salió, la luna no se apagó y la gente no estaba triste; pero bien sabe el poder que, el astro sol y el futuro, esto es, las instituciones democráticas y sociales no importan, si existen son débiles, dependientes del potestas absoluta, es decir, del que tiene el pleno poder supremo concentrado sin el deber de obedecer, mucho menos al NO del soberano; esto es aplicable a lo que Kant entiende, en su libro "La Paz perpetúa" como la quiebra del fundamento de la igualdad, en separarse del resto, como un Dios "porque Dios es el único ser con el que cesa el concepto de deber" y, en consecuencia, en creerse propietario del rango, de la investidura o del puesto, pues dejar el cargo -de mandatarios- involucra que " pierde, al mismo tiempo, el rango y regresa al pueblo" y eso es prácticamente intolerable e impensable, en quienes estando en el poder en Bolivia, han internalizado en su personalidad que no son iguales y no pueden regresar junto al pueblo, uno a enseñar en la Univesidad y otro a atender su restaurante en el trópico. La cercanía de esa posible realidad es insoportable, si además sienten que tienen ahora el poder más que por mérito, que en Kant es igual a "capacidad y fidelidad de servicio" por percibirse como merecedores de algún tipo de "nobleza hereditaria", solo así se entiende esa sensación de predestinados a gobernar que buscan internalizar en la gente.
(*) El autor es abogado, con Post- grado en gobernabilidad y gerencia política: CAF-UNIVALLE.
ondarzasalas55@gmail.com
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