Lunes 10 de mayo de 2010
ver hoy
Más que una exhortación fue una promesa de amor, porque en el momento en que Jesús les fijó esta tarea a los apóstoles y a todos los llamados y elegidos, anunció también la promesa de su presencia divina y misteriosa en nosotros a través del Espíritu Santo.
Y pronto, muy pronto se vieron los frutos: Los apóstoles cambiaron radicalmente y dieron muestras de valentía, de conocimiento, de amor, al igual que aquellos enviados a todas las partes habitadas, en esa época, entre Europa y Asia.
Pablo y Bernabé se movieron con diligencia sorprendente por Troas, Neápolis, Filipos y por toda comunidad en la que encontraban hermanos sedientos y hambrientos del amor de Dios.
Así, en las afueras de Filipos, a las orillas de un río encontraron a un grupo de mujeres que por iniciativa propia se juntaba a orar: “Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos invitó: Si están convencidos de que creo en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa. Y nos obligó a aceptar”.
Fuente: LA PATRIA