A medida que abrazamos el mundo nos damos cuenta de la necesidad de justicia, ante el c煤mulo de v铆ctimas de atrocidades, donde nadie respeta a nadie, y de la falta de tolerancia entre las culturas y los pueblos. La humanidad ha de aprender de que lo justo tiene que ser para todos, pues todos nos merecemos una existencia digna. A veces me da la sensaci贸n de que somos una generaci贸n despreocupada de nuestras obligaciones. Hay cuestiones que requieren una mayor diligencia y abnegaci贸n, para que se respete el orden. Una justicia que llega tarde o no llega, una Corte Penal Internacional disminuida de apoyos, ciertamente no contribuye a reparar sufrimientos, ya que la dignidad humana queda lastimada y el derecho postergado.
Deber铆amos, pues, con tolerancia, pero asimismo con energ铆a, no dar marcha atr谩s al cap铆tulo de rendici贸n de cuentas que con tanta parsimonia a veces se lleva a efecto. Por otra parte, el camino de los privilegios lo que potencia es m谩s injusticia, m谩s desorden, en la medida en que el terreno se vuelve f茅rtil para todo tipo de violencias y corrupciones. Por consiguiente, estoy en contra de ese dejar pasar, lo diga quien lo diga. Al fin, como dec铆a en su tiempo Voltaire, "los pueblos a quienes no se hace justicia se la toman por s铆 mismos m谩s tarde o m谩s pronto", lo que no le faltaba raz贸n ante la ley implacable de la naturaleza: o devorar o ser devorados. Por eso es significativo tener cierta mesura, o sea cierta piedad, que la crueldad no es buena para nadie.
Indudablemente, a la persona, habite donde habite, le corresponde la defensa leg铆tima de sus propios derechos; eficaz, igual para todos y regida por las normas objetivas de una universalizada justicia natural, cuya constituci贸n es una exigencia urgente del bien com煤n universal. Con demasiada frecuencia, olvidamos que somos sujetos de derechos y deberes, lo que dificulta la convivencia que 煤nicamente puede juzgarse congruente con la est茅tica dignificaci贸n humana.
Por desgracia, impera excesiva falsedad por todos los caminos, multitud de intereses que nos vuelven inhumanos, hasta el punto de ser, a mi juicio, una prole de desorientados como jam谩s. A esta atm贸sfera de deshumanizaci贸n, hay que sumarle gobernantes y gobiernos que capitalizan la ira de su gente, con la astucia del embaucador, para hacerse con el ordeno y mando, sin consideraci贸n alguna a la 茅tica de las responsabilidades.
En vista de eso, hoy m谩s que nunca, hacen falta gobiernos democr谩ticos que den espacio a la sociedad civil. A medida que las Naciones Unidas contin煤an trabajando por un futuro democr谩tico y pluralista para todos, el Estado y la sociedad civil pueden y deben colaborar en la creaci贸n de un futuro m谩s de todos y de nadie, donde impere la solidaridad y se destierre el discurso del odio. Confinada la justicia todo se contrapone, sin importar el da帽o causado. Lo mismo sucede con una il铆cita tolerancia, deja de ser un bien, desorden谩ndolo todo. En consecuencia, quiz谩s necesitemos pasar de la aut茅ntica tolerancia al verdadero encuentro interior de los ciudadanos.
Dicho lo anterior, esta sociedad globalizada tiene que propiciar otros ambientes m谩s equitativos para poder reconocer los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de todos. Y en este sentido, la aceptaci贸n y el aprecio de la riqueza infinita de las culturas, de nuestras maneras de expresi贸n y medios de ser humanos, ha de estar presente en todo proyecto pol铆tico aglutinador de vidas, caracterizados por la diversidad de su aspecto, su situaci贸n, su forma de expresarse, su comportamiento y sus valores, puesto que todos tenemos derecho a vivir arm贸nicamente y a ser como somos. Precisamente, la edici贸n 2016 del Premio Unesco-Madanjeet Singh de Fomento de la Tolerancia y la No-Violencia, otorgado este a帽o al Centro de Tolerancia de Rusia, a celebrar el 16 de noviembre en la sede de la Unesco, refrenda ese esp铆ritu tolerante, con lo que esto conlleva de uni贸n de las energ铆as creadoras y de talentos, encaminado a ese florecer po茅tico de la justicia de la tolerancia, o lo que es lo mismo, de la justicia de la libertad, o m谩s de lo mismo, la justicia de la democracia, o en resumen, la justicia de la paz.
Por momentos, se observan demasiados discursos que estigmatizan, discriminan y atizan venganzas. La tolerancia, como ha dicho recientemente la Directora General de la Unesco, Irina Bokov: "no es el relativismo o la indiferencia. Es un compromiso diario para buscar, en nuestra diversidad, los v铆nculos que unen a la humanidad". Tambi茅n pienso que la promoci贸n del esp铆ritu de la justicia y la tolerancia, han de alimentar los m煤ltiples programas educativos mundiales.
Tenemos que retomar, estos mensajes y ponerlos como referencia y referente de las pol铆ticas p煤blicas, en los discursos oficiales y en los comportamientos cotidianos del d铆a a d铆a. A prop贸sito, me viene a la memoria lo dicho por el Papa Francisco, con motivo del jubileo de las personas socialmente excluidas (13 de noviembre): "Cuando hablamos de exclusi贸n, vienen r谩pido a la mente personas concretas; no cosas in煤tiles, sino personas valiosas. La persona humana, colocada por Dios en la cumbre de la creaci贸n, es a menudo descartada, porque se prefieren las cosas que pasan. Y esto es inaceptable, porque el hombre es el bien m谩s valioso a los ojos de Dios.
Y es grave que nos acostumbremos a este tipo de descarte; es para preocuparse, cuando se adormece la conciencia y no se presta atenci贸n al hermano que sufre junto a nosotros o a los graves problemas del mundo, que se convierten solamente en una cantinela ya o铆da en los titulares de los telediarios". Sin duda, tenemos falta de sinton铆a, de sintonizarnos unos a otros mucho m谩s. Tenemos que echarle m谩s imaginaci贸n.
A mi juicio, para empezar, es vital que la 茅tica reencuentre su espacio en las finanzas y los mercados se pongan al servicio de los intereses de los pueblos y del bien colectivo; pero, tambi茅n, es fundamental que todos nos reencontremos con nuestra propia historia de manera comprensiva, m谩xime cuando crecen tantas amenazas de desconexi贸n como instrumento de dominio y de atropello pol铆tico. Esta realidad de un mundo injusto, enredado en contradicciones permanentes, debe enmendarse y no permitir que las fuerzas negativas de la venganza y el rencor tomen la delantera. As铆 no se construye un mundo m谩s humano.
Hace falta introducir en el 谩mbito de las relaciones, un esp铆ritu m谩s considerado con nuestro an谩logo. Ojal谩 Europa, que supo cimentar una v铆a democr谩tica y equilibrada hacia la paz, la justicia y el desarrollo sobre la base de una fuerte clase media. La cuesti贸n, no radica en encerrarnos, sino en abrirnos a la cooperaci贸n y colaboraci贸n de unos y de otros.
(*) Escritor
corcoba@telefonica.net
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