Sábado 12 de noviembre de 2016
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Desde el siglo pasado el orden, la organización, la limpieza y la oportunidad del transporte urbano definen la calidad de vida en una ciudad (pequeña o grande) y reflejan el estado del desarrollo de ese espacio y, en general, del paÃs entero.
No todas las capitales europeas gozan de un tráfico amigable. Los trancones en ParÃs son legendarios, aunque tanto los habitantes como los muchÃsimos turistas tienen la buena opción del metro y sabe cuándo, cómo y dónde pasará un autobús requerido. Roma es simpática unas horas; más tarde el bullicio de las vespas, los bocinazos, los gritos desesperan. En cambio, desde el más pequeño pueblo a la cosmopolita BerlÃn, los alemanes muestran su poderÃo en el orden de las calles; de hecho muchos ciudadanos van y vienen en bicicleta, aún los más pudientes.
Latinoamérica es un concurso de caos, al extremo que tomar el metro en México DF puede ser tan peligroso que los vagones se dividen por sexo en las horas pico para evitar acosos perversos. Bogotá consiguió ser amable con el sistema del Transmilenio (ahora sobrepasado) pero tomar un bus en la Séptima es como ingresar a la zona guerrillera. El teleférico integrado al transporte público modernizó MedellÃn.