La situación económica y polÃtica en Venezuela continúa agravándose de dÃa en dÃa, sin que las voces de demócratas de todo el mundo sean escuchadas a fin de terminar con la incertidumbre e iniciar un proceso de concertación entre oficialistas y opositores, con el objetivo de concluir un proceso supuestamente revolucionario, el que al final ha significado un abierto fraude, lleno de prebendas y corrupción, e iniciar una etapa democrática nueva sin los vicios anteriores, durante y posteriores a Hugo Chávez FrÃas.
SerÃa hermoso que los polÃticos, en cualquier latitud, asumieran actitudes sinceras y actuaran de buena fe y con buena voluntad, pero esto serÃa "pedir peras al olmo", ya que dichos señores y señoras solamente actúan de acuerdo a intereses espurios, a excepción de algunos jóvenes pletóricos de buenas intenciones que aún no han sido contaminados con las excrecencias de la vida real y que sueñan con la utopÃa de un mundo justo y maravilloso. Lo único que se les puede y debe exigir a los polÃticos en situación de poder es sentido común y racionalidad para evitar males mayores.
Desde las dos partes en pugna se habla "orondamente" de un supuesto golpe de Estado, pero las condiciones actuales no son suficientes para que se haya dado un hecho tan grave, aunque no estamos muy lejos si los acontecimientos se agravan hasta cierto lÃmite. El Gobierno de Maduro que controla por entero al Tribunal Supremo Electoral y al Tribunal Supremo de Justicia, ha provocado la postergación indefinida del referendo revocatorio contra el actual Presidente de Venezuela, a pesar de haber recolectado la oposición la cantidad suficiente de firmas (1%) para iniciar el proceso, cosa avalada por el primer Tribunal y rechazada por el segundo, alegando fraude, situación inverosÃmil ya que la Mesa de Unidad Democrática (MUD) cuenta con el apoyo de 55% del electorado.
Ante esta situación, la Asamblea Nacional de Venezuela, en manos de la oposición, decidió iniciar un juicio polÃtico contra el Presidente, Nicolás Maduro, por romper el orden constitucional. Tampoco se tratarÃa de un golpe de Estado como aseguran los oficialistas, sino de una escalada más del enfrentamiento. Otra cosa serÃa si la Mesa de Unidad Democrática recurriera a un levantamiento armado como en 1992.
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