¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...
A punto de morir de amarga muerte
que me deparan Curas y Carrascos
hoy me place escribirte cual solÃa
en épocas mejores mi buen Sancho.
Bien lo sabesÂ?
Belianis, PalmerÃn y Florismarte
armaron de valor este mi brazo,
y AmadÃs, que de Urganda es noble amigo,
me enseñó que el amor nunca fue vano.
Tales los guÃas que el destino puso
junto a mi vera. Yo, de claro en claro,
sus razones caté pues no gustara
hasta entonces mi sed mosto que tanto
embriagara cual logran los que saben
hacer de la verdad sólo un engaño.
Rocinante llevóme por senderos
que mi impaciencia denostaba largos
en los que, tú lo sabes, los castillos
en ventas convirtió Frestón el mago.
Desfacà entuertos, desmañé gigantes,
por doncellicas se esforzó mi brazo
y de triunfos en todas estas lides
nunca el destino resultóme avaro.
Hirióme luego el que juega niño
ciego inocente, con sutiles dardos,
y fue mi Dulcinea la que supo
llenar de mi tristeza el triste vaso.
Nunca miraron ojos cual los suyos
Leer más
que de la aurora son Adelantados.
Es por ella, por ella, tú lo sabes,
que cantan en el alba los regatos
y por ella, también, que de pesares
vivió muriendo aqueste herido hidalgo.
Fue mi Filis, Angélica, Luscinda,
Madásima la Reina, fue el regalo
que me hicieron los dioses al quererme
de suspiros señor, señor de llanto.
Por ella fui a la vez don Durandarte,
Montalván valeroso, triste Orlando,
gemidor Espladián, Bernardo el fuerte
y el dulce Darinel enamorado,
pues siendo aquel amor suma de todos,
por a todos supe amar sin ser amado.
¡Ah tiempos los de ayer!
Tiempos mejores
para siempre perdidos mi buen Sancho.
Para qué recordar si la memoria
es de los dones el más cruel y amargo.
Y debo referirte los motivos
que inducen a escribirte tan al cabo,
a quien urgido a morir ya muere
por culpa de Sansones y Carrascos.
La razón recobré. Tal lo confirman
quienes odian la estrella y el milagro
y el Don Quijote que hasta ayer soñaba
ha retornado a ser el buen Quijano.
Siempre el soñar condujo a desventura.
Por soñar fuimos ambos, buen hermano,
dos ilusos que hicimos nuestras armas
en combates que a todos son extraños.
Molinos convertimos en gigantes
y llamados a expiar todo pecado,
a diario equivocamos los yangüeses
que nos midieron con sus duros palos.
Dulcinea, mi hermano, fue mentira
y sólo fue verdad lo de mi llanto
Marchamos por el mundo siempre solos
creyendo que mi lanza iba alumbrando.
Ya la he guardado. Para siempre duerme.
No pretenda tomarla algún villano
que de saberlo de mi tumba fuera
capaz de levantarme, y llamando
a la tuya, ¡oh espejo de escuderos!
limpiara aqueste mundo de un lanzazo
poniendo en su lugar a los canallas
que pretenden vestirse de Quijanos.
Y olvidaba el motivo de esta carta.
Sancho Panza, sin par, amigo Sancho:
olvida los luceros y las Ãnsulas
y recuerda al demente que del barro
quiso forjar estrellas porque alumbren
los senderos del mundo tan amargos.
Esta carta es mi adiós. Eso era todo.
No me llores, amigo, son tan raros
los que aún saben llorar� Me voy sin pena.
Es tan grande y tan hondo mi cansancioÂ?
LÃmpiate las narices, no seas tonto.
Hay que partir a tiempo mi buen Sancho.
No me llores, amigo, no me llores.
Que Dios nos dé su paz, al fin y al cabo.
Fuente: Por Julio Ameller