Latinoamérica: Una realidad contradictoria y falsa
06 nov 2016
Adhemar Ávalos Ortiz
Hablar de algo que ha significado una parte importante de tu vida, implica, aunque parezca contradictorio, romper con el pasado y enriquecerlo, no desde el punto de vista indigenista, ya que éste se traduce en una concepción reaccionaria y plagada de racismo en un continente mestizo, sino, más bien, es referirse a una realidad diversa y rica. El autor ha sido el principal dirigente de una comunidad estudiantil latinoamericana en la ciudad de Lvov, hoy República de Ucrania, y conoce a fondo la idiosincrasia de los latinoamericanos, al haber convivido con ellos muchos años.
Hasta hace un tiempo se pensaba que el concepto de latinoamericano se reducía a los hispanoparlantes (a los habitantes de posesiones de España de antes de la Guerra de Independencia, caracterizadas por su identidad religiosa y política). Después el término se enriqueció con la identidad de un pueblo de raíz latina: Brasil. Ahora se extiende a una región mucho más grande, desde el Sur de Estados Unidos hasta la Antártida, un territorio demasiado grande, conflictivo y poderoso. Hasta las ex-posesiones inglesas, holandesas y francesas se incorporaron a Latinoamérica de una manera firme y propositiva, además de Haití, el segundo territorio independiente de América, después de los Estados Unidos.
Hay habitantes latinos de origen africano que hablan castellano, como en Colombia y Panamá, otros el "creolé" en Haití, algunos de Sudamérica, Centroamérica y el Caribe el inglés, francés y holandés. Latinoamérica es una realidad tan variable y significativa que ponerle límites culturales o idiomáticos es innecesario e intrascendente. Simplemente nuestro mundo común ha crecido y esto es suficiente. Todos ellos son igual latinoamericanos por su evolución histórica, política y cultural.
No obstante es necesario realizar algunas reflexiones políticas e históricas, en los términos de Bolívar. En 1826, Simón Bolívar convocó a un congreso americano, hecho que constituyó el primer intento concreto de alcanzar la unión de las repúblicas americanas. Claro, por entonces, el objetivo del Libertador era formar una confederación de estados hispanoamericanos, en donde no estaban directamente contemplados los Estados Unidos. No obstante a partir de la Doctrina Monroe, los últimos hicieron todo lo necesario para frustrar las esperanzas de los forjadores de la Independencia, provocando la división entre hermanos y fomentando las ambiciones de caudillos regionalistas.
Y en esta línea son dos tendencias antagónicas las que subsisten desde el Siglo XIX. La primera, consecuente con el pensamiento bolivariano, tiende a la unidad, hecho que se observa especialmente al nivel de habitantes llanos, así, donde se reúnen latinoamericanos en cualquier país europeo o asiático, hay una relación de hermandad que supera cualquier enemistad. La segunda, es la posición de las oligarquías dominantes en sus países que privilegia sus intereses particulares y sostiene la unidad solamente de manera retórica, fomentando el nacionalismo en sus pueblos y dañando a otros países vecinos, así se dieron las guerras y tratados de rapiña que mutilaron territorialmente a los países más débiles, especialmente a Bolivia y Ecuador.
De esta manera, los llamados a la unidad, los acuerdos de integración como la Comunidad Andina, el Mercosur, la Unasur y otros no significan más que "cantos a la luna", instancias donde mucho se habla y prima la hipocresía, pero poco se hace en el sentido de generar posibilidades de creación de una suerte de Confederación y, a medida que pasa el tiempo, Latinoamérica es una realidad cada vez más contradictoria y falsa, independientemente de la voluntad de los sectores progresistas de cada país. Tendrá que pasar mucha agua bajo el puente para que se vuelvan a encender las llamaradas de la fraternidad y solidaridad profundas.
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