Lo que está sucediendo en el país es la consecuencia de los compromisos electorales, muchos de los cuales no han sido cumplidos y otros están abiertos para satisfacer de manera paulatina las inquietudes de muchos seguidores del orden político oficial.
Lo que se observa en varios sitios del país es la respuesta a las necesidades de la población que espera soluciones a muchos problemas y que ya no tiene paciencia para seguir esperando un lento y paulatino proceso de arreglo a los problemas.
En el caso salarial, la situación es particular, los trabajadores quieren una nivelación en sus gastos obligados para cubrir la canasta familiar, mientras los economistas oficiales aseguran que los índices de inflación y el registro del PIB tienen cifras aleatorias positivas por tanto no corresponde un aumento salarial por encima del 5 por ciento.
La posición política económica ha sido severamente criticada pues no está en relación con los costos de la canasta familiar y menos con una espiral de precios, producto de la vigencia todavía del D.S. 21060 que admite la libre competencia, por tanto la oferta y la demanda regulan la economía familiar y no precisamente las cifras estatales.
En lo que significa la situación de comunidades “originarias” por ejemplo en la zona tropical al norte de La Paz, caso Caranavi o en parte del oriente, Puerto Suárez donde habrán movilizaciones para defender el proyecto del Mutún, son muestra de la ansiedad que tienen los bolivianos para mejorar sus niveles de vida y como no pueden lograrlo por la vía pacífica, la reacción violenta es propia de seguir el ejemplo de los métodos que fueron implementados justamente en otros tiempos, con bloqueos y otras medidas de presión aplicadas por los “movimientos sociales”.
Ahí están las consecuencias de promesas y ejemplos, de planteamientos no atendidos y de respuestas irónicas, de algunos desafíos que rayan en la soberbia y son la causa para las actitudes violentas que se producen entre los insatisfechos y los incrédulos, pero de manera particular entre bolivianos que exigen gestión de obras y ya no programas de promoción política.
Se mantiene el esquema de presentar una política ideológicamente “socialista” y en ciertos hechos todavía falta mucho para esa toma de conciencia en la población, en tanto que en demostración práctica se ejecutan algunas “nacionalizaciones” para mostrar la proximidad al cumplimiento de metas estrictamente ideológicas, que más tarde o más temprano significarán un costo para el país e ineludiblemente para el pueblo que en la instancia práctica y última es el que siempre paga.
Se trata de una segunda gestión en la que sus directos protagonistas deberían incursionar en la práctica social y no seguir teorizando sobre ideologías que deben ser asumidas colectivamente sintiendo resultados y beneficios, como ejemplo de las bondades que ahora se mencionan pero no se sienten.
Ahí están los discursos de antes y de ahora señalando macroeconomía, bajos niveles de inflación, reservas internacionales super rendidoras tanto que parecen estar en una gran piscina a la que todos los bolivianos quisieran lanzarse para disfrutar de los benéficos ingredientes de aguas maravillosas, que tal parece ni son tal ni están en los niveles correctos para las zambullidas. Lo que se aprecia es un proceso muy claro de reacción comunitaria que reclama por los votos emitidos y que al no tener respuestas positivas generan conflictos… esa parece ser la situación actual.
Fuente: LA PATRIA
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