Desde el 4 de abril nadie le borra la sonrisa a Juan del Granado, aún cuando de tanto en tanto circulan rumores sobre amenazas contra su integridad física, contra su libertad de movimiento. Él jugó todas sus fichas en una apuesta y le salió la grande de ases.
Pocos políticos con una trayectoria de más de tres décadas se pueden sentir tan satisfechos como él en estas semanas; lo que sucederá mañana será otro afán, otro momento. Más allá de limitaciones o errores del pasado, la jugada que ahora se anota lo hace ganador de la “tripleta”.
La batalla inicial fue hace tres lustros cuando consiguió ser el primer abogado latinoamericano que lograba la condena de un dictador militar en un juicio histórico, en el cual los acusados gozaron del derecho al debido proceso y a la defensa. El encarcelamiento de Luis García Mesa tuvo efecto de catarsis colectiva y mostró que la justicia importa más que la venganza.
Para Juan Del Granado quedó el sabor de la promesa personal cumplida con sus compañeros de lucha, sobre todo con la viuda y huérfanos de su amigo y compadre, el dirigente minero Artemio Camargo. No actuó sólo, pero fue la locomotora necesaria para llegar al final.
Como parlamentario trabajó en relación a la defensa de los Derechos Humanos y fue un referente para los ciudadanos que se sentían perseguidos, de uno u otro color político.
Hace diez años se hizo cargo de la Alcaldía de La Paz en el peor momento de la gestión municipal. La comparación de lo que sucedía entonces y de lo que es el municipio actual puede ser una ventaja adicional, tal era el estropicio que cualquier cambio sobresale. Sin embargo, la transformación de la ciudad va más allá y los datos duros lo evidencian.
Es posible contrastar los informes de entidades independientes para comprender los avances. El contraste está en las cuentas públicas, desde un municipio imposibilitado para recibir nuevos créditos hasta el modelo de finanzas ordenadas. Se puede revisar el avance en los índices de Desarrollo Humano. Otro programa es el desayuno escolar que se amplió año tras año aunque siempre hay nuevas metas posibles en la cobertura y calidad.
El reclutamiento del personal tuvo como eje la meritocracia, aunque no siempre. Aprovechó la energía juvenil de flamantes profesionales que no sólo querían ganar su primer sueldo sino aportar con una visión de la generación que creció en la democracia. Las áreas de culturas, de educación ciudadana, de la unidad de la juventud se nutrieron con esa sangre nueva.
Por contraste, las grandes obras fueron las más polémicas y no lograron contentar a la eficacia con la estética y al paisaje espectacular de La Paz. La pasarela, los túneles, el nuevo mercado Lanza no combinan con el rostro mestizo paceño, con su guardián tutelar, el Illimani.
Lo trascendental fue la integración social que consiguió Del Granado con intervenciones puntuales en barrios marginales o periféricos y en los parques públicos. Muchas veces escribí sobre el tema porque es una vivencia cotidiana. Juan dio a unos sin quitar a otros, sin enfrentarlos.
Hace cinco años duplicó sus votos, este 2010 su partido logró alcance nacional. ¿Logrará administrar esa confianza renovada?; ¿sabrá leer los mensajes entre líneas? Por ahora, nadie le quita la sonrisa.
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