Desde hace tiempo hay un reclamo que se difunde por los medios, pero sin encontrar mayor eco en las esferas de gobierno. No hay más sordo que el que no quiere oír, dice una sentencia. Si ese sordo es el Estado pluricéfalo, tanto peor; ése ya no dejará de serlo todo el año, tal vez el quinquenio entero.
“Sólo hay 4 mil ítems en total para todo el país. Si quieren hagan huelga; pero no hay más. Con preferencia este año estamos destinando más recursos a la enseñanza superior y a la educación alternativa”
En educación, no es costumbre que las autoridades informen por qué toman una determinada decisión. Dicen una cosa y punto. Las dudas y las interrogaciones quedan siempre en el aire. Por ejemplo: ¿De dónde sale esa cantidad invariable de ítems? ¿Por qué no puede ser 8 mil ó 10 mil? ¿En qué se basa la limitación? ¿Hay algún plan racional que regula la distribución?
En materia de ítems, se habla de déficit histórico y de crecimiento vegetativo de la población escolar. Sumados constituyen las necesidades crónicas insatisfechas. Hay menos recursos de los que se necesita para atender las demandas. Ese es el problema. El Estado es siempre mich’a cuando se trata de educación. Para todo puede haber dinero, menos para la “suprema función del Estado” Sin embargo, no es extraño que las carteras ministeriales de la Presidencia, de Defensa y de Gobierno tengan tradicionalmente más presupuesto que las de Salud y Educación.
Las consecuencias se acumulan. Una visita al azar a un hospital o una escuela puede revelar la penosa realidad de estos servicios en Bolivia. Allí está el verdadero rostro de la patria; el testimonio más fidedigno del país en cuanto al desarrollo humano, está allí. A la vuelta de esa curiosidad, diríase con el poeta de Pido la palabra: ¡“Y mentidme a mí, /ahora, /mentidme”!.
Una conferencia regional sobre educación, convocada por la Unesco y realizada en México en 1979, decía en una de sus declaraciones: “Ningún país podrá avanzar en su desarrollo más allá de donde llegue su educación” Como no sea una “cumbre” semejante a la de Tiquipaya, para relacionarla con el premio Nobel, aquí no hay declaración que valga. La advertencia de México no llegó a Bolivia.
Si en cumplimiento del precepto Constitucional en su Art. 71. I, los gobiernos atendieran con seriedad sólo estas dos necesidades básicas: infraestructura escolar y presupuesto para los temes requeridos, ya sería una gran cosa. Pero eso es pedir peras al olmo. El futuro inmediato tampoco alienta mejor esperanza. En la campaña electoral de ahora último, la mayoría de los candidatos ignoraron de plano los temas de salud y educación en sus propuestas. Para ellos la educación no es un problema.
El abandono y la carencia de recursos conforman el cuadro crítico. Sin embargo, en el día se puede evidenciar el descriterio y el despilfarro. Ayer se priorizó la primaria, entre otras razones, porque “es el nivel con mayor tasa de retorno social, por su impacto en salud, nutrición y productividad” Ahora los Institutos Superiores de Formación Docente dizque están de turno. ¡Mejor! Dejemos de ser los caballos de la noria en torno a ese problema. Lo nuevo es que se ha descubierto que la “licenciatura” es el talismán de la calidad en el desempeño docente. No se sabe si ello implica también mejor salario. Ni una palabra sobre eso.
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